sábado, 28 de abril de 2012

Paul Watzlawik: El arte de amargarse la vida

Título original: Anleitung  zum Unglücklichsein
Idioma original: alemán
Fecha de publicación: 1993
Valoración: Se deja leer

Cosas que pasan. Por motivo de circunstancias personales que no creo que sea necesario explicar, Servidor ha comenzado a recibir los servicios de un coach (para profanos en la materia: dícese del tipo o tipa encargado o encargada de sacar de una persona sus principales debilidades y fortalezas con la benigna intención de anular las primeras y potenciar las segundas), y tras una primera sesión indagando en mi persona humana, el mismo me aconsejó el librito que hoy reseño. “El título habla por sí mismo”, me dijo mi buen coach. Vuelvan a leer la cabecera de esta reseña y juzguen ustedes mismos: ¿será que soy un artista a la hora de amargarme la vida? ¿Yo solito, sin ayuda de malandrines en mi entorno ni circunstancias especialmente adversas en mi discurrir existencial? Hummm, pues según mi coach sí, y según el autor de este ensayo, el austriaco Paul Watzlawik, somos un porrón de seres humanos los que lo hacemos…

Pero el ensayo bien, lo que es bien bien, no está… Me ha parecido una cosa corta, obvia y pretenciosa por muy buen ce uve que tenga su reputado autor, una eminencia en Psicología y Filosofía. Se trata de un librito francamente flaco que se las da de ensayo pero que más bien parece un panfleto de autoayuda para gentes que comienzan a leer cosas de autoayuda y que si la fuerza les acompaña, desembocan en Jorge Bucay o en Rojas Marcos, `y en Coelho o Anne Germain si caen en el Lado Oscuro de la Fuerza.

Y se supone que gran parte del propósito de la obra es divertir, ya que su propio editor reza así: “el nuevo libro de Paul Watzlawick se puede leer medio en broma y medio en serio. Es posible que el lector encuentre en este libro algo de sí mismo, a saber, su propio estilo de convertir lo cotidiano en insoportable y lo trivial en desmesurado”. Pero ni eso… El mini-libraco se dedica a recoger ideas más obvias que ni sé (no me sale ninguna comparación ingeniosa y de buen gusto), reflexiones escuálidas, un puñado de citas de otros libros y de escritores consagrados, y hale, que ya tenemos un ensayo macro-ventas. Vamos: lo podía haber escrito tanto un reputado autor como un avispado estudiante de primero de Humanidades. No es plan de ponerse en plan amante de la erudición y el machacamiento de sesos mediante elaboradísimas reflexiones, pero es que no se ve en ningún momento que Watzlawick fuera la eminencia que fue.

Advertidos están pues, lectores de ULAD. Y los que quieran saber qué tal me va el coaching, que no se pierdan siguientes entregas de Servidor en este espacio cibernético y fenomenal. Eso sí, si no me vuelven a leer, será que visto cierta camisa blanca con mangas largas, muy largas, y que vivo en un nuevo lugar, mucho más sano y aséptico.



1 comentario:

Ignacio dijo...

Interesante reseña, comme d'habitude ;)