domingo, 16 de junio de 2013

Jorge Ordaz: El fuego y las cenizas

Idioma original: español

Año de publicación: 2011

Valoración: Recomendable


Esta novela, situada en Filipinas entre 1941 y 1945, narra la ocupación japonesa a partir del bombardeo de Pearl Harbor y el juego de fuerzas que se establece entre los países con algún interés en el archipiélago: Estados Unidos, España, Alemania y Japón. La evolución de la contienda y las maniobras diplomáticas conducirán a que el poder cambie de manos más de una vez y a que el destino de los personajes sufra altibajos enormes. En ese panorama, los individuos se colocan en un balancín, cada uno luchando ferozmente por situarse arriba, sin escrúpulos ni piedad, ejercitando la crueldad más inhumana si eso les conviene. La nacionalidad –en ese multicultural mosaico formado por la mezcla de etnias diversas-, las simpatías políticas, la codicia, el ansia de poder o simplemente la obediencia al superior determinarán las conductas de unos personajes, tan peligrosos como astutos, que apuestan fuerte, a menudo con muy poco que perder. Otras veces serán los avatares de la guerra las que les coloque en la cumbre o en el barro, en este caso, su único y desesperado objetivo será la supervivencia.

Con la dosis de intriga suficiente para mantener el interés del lector, emocionante en la recreación de hechos históricos que resultarían determinantes para los destinos de un gran sector del planeta y a partir de una minuciosa documentación previa, la trama se centra en el espionaje, enfocando a esas personalidades que, desde la sombra, trabajaron, unos para evitar al triunfo japonés y, una vez producido este, para acelerar su derrota, otros, para todo lo contrario.

Jorge Ordaz se muestra muy contenido en cuanto al número de hechos narrados. En un momento en que los escritores compiten para aprovechar la sed de estímulos de los lectores –muchas veces a cota de la verosimilitud- este autor, en un contexto como el bélico que aceptaría escenas de toda clase, se muestra tan sobrio como en su prosa. A lo largo del libro y en todos los aspectos, se adivina un espíritu lacónico y austero, un propósito de no exagerar, de no llevar absolutamente nada a su límite. Algunas escenas intrigantes o emocionantes se despachan con solo un par de frases.

Los personajes son casi un mero pretexto para el desarrollo de la acción. Destacaré a la malograda Graciella, a su amiga Gloria Casilig, que le venga tomando el relevo de sus pesquisas, a Matsu, el taxidermista, proteico hasta lo inverosímil, a Rummy, Kate y su frustrado idilio, al alemán Hauptman que se esfuma cuando las cosas se ponen feas y regresa con una identidad distinta y, por encima de todos ellos, a Ximénez de Gardoqui, el falangista español confabulado con alemanes y japoneses, cuya misión es conspirativa y el objetivo arrebatar el poder de manos americanas para conseguir el dominio de aquellos en el archipiélago y, consiguientemente, recuperar la influencia del gobierno franquista. Según avanza la acción se van concretando algunos perfiles aunque continúan siendo más funcionales que reales, lo que indica que se ha dado prioridad al aspecto histórico en detrimento del novelesco. Esto supone una opción como cualquier otra, aunque hubiese preferido un mayor equilibrio entre ambas.

Una lectura agradable e interesante aunque, en mi opinión, le faltan páginas. Personalmente agradezco que el novelista no se hay recreado en escenas truculentas, que no haya fantaseado a costa de la verosimilitud, pero lo encuentro demasiado conciso. También he echado en falta que abundase más en el asunto del espionaje ya que en realidad es el motivo central en torno al cual gira la trama, el que determina la mayor parte de los hechos que se narran y un factor tan novelesco como interesante desde el punto de vista histórico.

La poderosa maquinaria bélica lo arrasará todo convirtiendo esas prometedoras individualidades en meros supervivientes heridos en lo más profundo -es decir, en sombras de lo que fueron, como se apunta en una frase afortunada-, y a Manila en un montón de escombros. La conclusión que se extrae es que la guerra mata a muchos y solo beneficia a unos pocos, que todos los que se han visto envueltos en ella nunca más serán los de antes, ellos son los verdaderos derrotados, independientemente del bando al que pertenezcan.

1 comentario:

Isa Romero Cortijo dijo...

Buenas tardes,

¿Hay algún modo de seguir las noticias del blog o de suscribirse? No he visto ninguna botón para ello.

¡Gracias!

Un saludo,
Isa Romero Cortijo

“Pablito” no para de crecer…