martes, 31 de diciembre de 2013

Sergio del Molino: La hora violeta

Idioma original: español
Año de publicación: 2013
Valoración: recomendable

Es difícil reseñar un libro como este: un libro que es una confesión, el relato de una experiencia trágica y dolorosa vivida por su autor: en este caso, la pérdida de un hijo. Sí, algunos dirán que al crítico no le debería importar si lo que se cuenta es real o no, que lo que importa es el texto, pero ¿no parece un poco insensible venir a decir: "El autor describe adecuadamente su dolor y su desesperación, pero le fallan los adjetivos y la sintaxis"?

Pero si es difícil reseñar un libro así, escribirlo tiene que ser aún más difícil. No solo por el tema, porque supone un desnudamiento y quizás también un exorcismo del dolor de la pérdida; sino también, desde el punto de vista de la escritura, porque es un terreno rodeado de peligros: por un lado, el peligro de caer en lo cursi, en lo lacrimógeno, en lo melodramático; por otro lado, el peligro de huir de lo cursi cayendo en lo esteticista o en lo metaliterario, en lo demasiado cerebral, que tampoco parece apropiado para un tema así.

Y hay que decir que, para haber tantos peligros acechándolo, Sergio del Molino los ha conseguido esquivar con bastante éxito.

La hora violeta cuenta los meses de vida del hijo del autor, Pablo, al que diagnostican una leucemia de un tipo especialmente complicado, especialmente grave. El texto (que no me atrevo a llamar novela) recorre aproximadamente el periodo desde el diagnóstico primero hasta el luto, y describe, en medio, los sucesivos tratamientos, los momentos de esperanza y de desesperación, los fracasos y los aparentes triunfos en la lucha contra la enfermedad.

A diferencia de Mortal y rosa, de Francisco Umbral (un modelo explícito, mencionado y citado en el texto de Sergio del Molino), aquí el autor ha optado por ser fundametalmente descriptivo, casi científico en su aproximación al drama. Hay, por supuesto, momentos terribles que ponen un nudo en la garganta al leerlos, pero, en su conjunto, y quizás por instinto de supervivencia, Sergio del Molino, el autor, parece verse a sí mismo, Sergio del Molino, el padre, con cierta distancia clínica. Hay por eso momentos en que algunas digresiones (sobre música o literatura, sobre todo) que incluso resultan chocantes, teniendo en cuenta el conjunto de la obra.

La hora violeta es una obra triste pero, a pesar de todo, no desesperanzada ni desesperanzadora. Tiene pasajes cargados de un dolor y una angustia evidentes; pero el tono escogido para mostrarlos es de una aceptación y una calma casi estoica. Muestra de ello es la dedicatoria final, con la que termina el libro, y con la que termino también esta reseña:

Este libro está dedicado a mi hijo Daniel, con el deseo y la esperanza de que su hermano no se convierta en un fantasma ni en un cuento de terror. Ojalá toda la fuerza que a Pablo no le bastó para salvar su vida le inspire a él para vivir la suya con la felicidad, la pasión y el amor que merece. Que el ejemplo de Pablo siempre le guíe y nunca le pierda.

Otros libros de Sergio del Molino en ULAD: La España vacíaLo que a nadie le importa

lunes, 30 de diciembre de 2013

Colaboración: Luz por todas partes de Cees Nooteboom

Título original: Zelfportret van een ander
Idioma original: neerlandés
Año de publicación: 2012
Valoración: está bien




Cees Nooteboom (La Haya, 1933) es un poeta conocido. Todos los años su nombre aparece como candidato al Nobel de literatura. Sus novelas (como Aquellas montañas de Holanda) y libros de viajes (Tumbas de poetas y pensadores, El desvío a Santiago...) se han publicado en España. Pero Cees Nooteboom se considera sobre todo un poeta. Este libro es una selección de todos sus poemarios, incluido uno de 2012 de igual título. Uno de esos formatos que parecen dotados para mejor envejecer en una estantería privada.

Cees Nooteboom confiesa que su poesía es muy visual, material, que él es poco dado a lo abstracto. Su unión de poesía y prosa dice muchas cosas a la vez sin dejar nunca de ser reflexivo, de hablar siempre primero para él. La carga de su voz es de datos y profundidad. Predomina la sensación de estar ante un evento, de ser testigo de un juicio excepcional e incompleto:

El aire que rodea todo esto
es la más alta invención, una vida que existe
ahora que ya nunca más
    existe.
Amsterdamés, pensante, poeta racional, que afirma que le encanta viajar, y sin embargo, confiesa “dadme otra vida y no la quiero”. Aunque la vida no siempre sea tan contable, e incluya momentos que se desaten y no los puedas tocar, la de Cees Nooteboom parece una vida exacta. Eligió ser el turista y el poeta que ha sido, y se nos ofrece como un misterio ázimo. Como otros caminan o andan en la suya, la de él no es un pretexto para escribir, sino que su escribir es la fe que explora para alargar la vida.

Si uno repasa los títulos de alguno de sus libros de poesía (Dulzamara, Autorretrato de otro) casi ya puede imaginarse a quién va a encontrar en sus páginas. Alguien en una versión del mundo tan personal pero tan desarrollada, que no es siempre fácil de entender. Constructor que no aceptaría título de arquitecto, cuya obra a veces es ajena a la propia comprensión. Como el cantante que aun al final del concierto se dirige a su público hablando de usted. Un poeta de estudio, que se esconde en la isla de Menorca a leer y a intentar alargar el verano.

Nosotros en sus poemas somos personajes, mandados no sabemos por quién, dirigidos no sabemos dónde, enmarcados en la sala de su museo. En mutua inmanencia, pupila y punto turístico a la vez, “para que lo perdido se conserve como algo perdido”.

Sus versos alarman con sustantivos, en los que sube y baja una vida poética que ya supera los cincuenta años. Alrededor de los nombres se afianza la construcción: fotos, museos, tumbas de escritores le otorgan la argamasa para la escritura. Y a nosotros la experiencia estética de leerlo o visitarnos. Uno a esa edad quizás se siente más orgulloso de lo que ha conocido que de lo que ha logrado. Quizás el sol nos juzgue en la vejez como a Cees Nooteboom durante toda su vida.

También de Cees Nooteboom en ULAD: El día de todas las almas

domingo, 29 de diciembre de 2013

VV. AA. : Bolaño salvaje

Idioma original: español
Año de publicación: 2008
Valoración: imprescindible para adeptos
muy recomendable para profanos


Me voy a ahorrar la repetitiva parrafada inicial sobre si la figura de Bolaño está magnificada o no. Aunque añadiré que el mito de Bolaño no ha hecho otra cosa que bien a la literatura. Sea exagerado o no, mucha gente ha acudido a su lectura por curiosidad, a ver si esos elogios superlativos estaban justificados.
En todo caso, ¿qué autor de las últimas décadas ha acaparado tal volumen de polémica y de comentarios sobre su obra posteriores a su desaparición? No sé si un Bolaño al que  la enfermedad no le hubiera costado la vida, hace 10 años, hubiera acabado de tertuliano, o de ermitaño a espaldas del mundo o llenando aulas como profesor de literatura en alguna universidad ignota.
Junto al extraordinario libro de entrevistas de Andrés Braithwhite, este magnífico Bolaño salvaje, compilado con excelente criterio por Edmundo Paz Soldán y Gustavo Faverón Patriau, supone un potente gancho no solamente para el lector entregado sino también para todo aquel interesado en la literatura y en las diversas interpretaciones que las grandes obras suscitan.

¿Y podemos afirmar que Bolaño sea, a diez años de su desaparición, tan influyente? La respuesta es un contundente . Se pueden escribir más de 500 páginas sobre su obra, y algunos de los ensayos podrán excederse en erudición y en encono en esa agotadora búsqueda de terceras y cuartas lecturas, pero para el lector, y más cuando surgen los numerosos excelentes párrafos que se extraen como ejemplos, el resultado es el mismo, que no es otro que disfrute. Disfrute al comprobar que a opiniones más doctas les impresionan las mismas palabras. Disfrute al descubrir nuevas interpretaciones. Disfrute al encontrar hallazgos en los que no se ha reparado en primeras lecturas. Por más que seamos conscientes de que el chileno también tiene sus detractores, no soy capaz de imaginar a nadie medianamente interesado en la literatura que sea capaz de cerrar este libro y se resista, aunque sea por mera curiosidad, a lanzarse con voracidad a la investigación de su obra. Sin que esto sea uno de esos libros solamente para fans, una especie de tratado que entroniza y niega ciegamente defectos. Sus momentos de menor inspiración también son puestos de manifiesto. Y aunque alguno de los ensayos se alargue o remita a lugares comunes a otros, el efecto no es reiterativo en absoluto: el acercamiento es personal, está, en los casos en que los ensayistas son escritores del entorno personal del autor, exento de factor emocional que enturbie el juicio, y el resultado desprende, en su conjunto, justo lo que se necesita en estos casos; obtención de un conocimiento en profundidad, y enormes ganas de acudir a lecturas o relecturas. Sensación más cercana al estudio científico fundado que al panegírico o a la necrofilia.

Y de regalo, 40 minutos en un DVD donde su viuda y algunos de sus amigos (nada, Vila-Matas, Juan Villoro, Rodrigo Fresán) disertan, sin la mínima deriva lacrimógena, sobre su persona, sus manías, sus últimos días y sus obsesiones como escritor, como lector, como conversador.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Hasta siempre, ULAD




Ha sido un hermoso viaje, amigos. Un viaje que ha durado 1.765 días y ha recorrido, en la medida de nuestras posibilidades, literaturas de muchas partes del mundo, numerosas lenguas, todos los géneros. Y como todos los viajes, un día tenía que terminar. Ese día es hoy.

Las razones son varias, algunas más importantes que otras. Comprenderéis que mantener un ritmo de reseñas diario sin fallar ni una sola vez es una tarea agotadora, muchas veces estresante y, para qué ocultarlo, un empeño que ha ocasionado entre nosotros discusiones no siempre agradables ni educadas. Congeniar los egos en un equipo de personas tan grande no es fácil, sobre todo cuando algunas personas piensan que porque escriben más reseñas que los demás, o porque llevan en el blog más tiempo que los demás, son más importantes que los demás.

No son, sin embargo, estos desacuerdos la razón primera del cierre de la web, aunque evidentemente han tenido su importancia. Sí podría serlo el cansancio, la falta de ideas nuevas, la reducción del número de miembros, la falta de emoción que sientes cuando entras en una determinada rutina, la obligación de leer, en ocasiones, demasiado rápido, la inconsciente elección de títulos no reseñados cuando te sumerges en un nuevo libro... Todo eso suma. Y llega un momento en el que te planteas si merece la pena seguir.

Pero si tuviéramos que elegir una sola razón por la que cerramos el blog ahora, hoy, a finales de 2013, diríamos que lo hacemos porque estamos satisfechos. Muy satisfechos. Y orgullosos. Este último año ha sido, estadísticamente, triunfal: más de un millón de visitas según el contador de blogger (casi el doble que en el año anterior), cerca de12.000 seguidores en Twitter y más de 3000 en Facebook, somos uno de los blogs en español más relevantes de literatura según todos los rankings...

Por eso, después de mucho pensarlo, hemos decidido salir por la puerta grande. No queríamos llegar a ese momento -tan habitual en la blogosfera- de cerrar nuestro pequeño espacio después de haber padecido la lenta agonía de la desaparición: entradas que no se publican, posts cada vez más espaciados en el tiempo, desinterés, decrecimiento de visitas y, finalmente, la muerte. Por eso nos parece adecuado despedirnos ahora que todavía nos sentimos bien con el trabajo realizado, que nunca hemos dejado de publicar una reseña al día, que los comentaristas -anónimos o no- nos felicitan por la página.

No es un hasta luego, sino un adiós definitivo: un final de novela. Ya no habrá más ULAD; ya no habrá, cada día, una nueva reseña.

Muchas gracias a todos, buena suerte y buenas lecturas.

EL EQUIPO ULAD

viernes, 27 de diciembre de 2013

Stephen King: Carrie

Título original: Carrie
 Idioma original: inglés
 Fecha de publicación: 1974

 Confieso que Carrie es el primer libro de Stephen King que he leído, y me ha gustado mucho. Y reconozco que me ha animado mucho a hacerlo el haber visto la nueva versión para la gran pantalla que se ha rodado, la admiración que varios amigos míos profesan por King, y, asimismo, un atractivo artículo que sobre él escribió Santiago Roncagliolo en el suplemento de El País hace unos meses (“Yo sé quién no ganará el Nobel”, se titulaba; bastante revelador, ¿no?). Como mucha gente, llevo toda mi vida disfrutando de las historias de este genio del terror gracias al Séptimo Arte, pero hasta ahora no sabía nada de su forma de escribir, de cómo arma y describe a sus personajes, de las atmósferas que es capaz de crear sin aspavientos ni atrevimientos estilísticos. O al menos, esto me ha transmitido Carrie.

 Carrie es la primera novela que publicó Stephen King (pese a que era la cuarta que escribía) cuando era un veinteañero pobre que vivía en un remolque con su fiel esposa Tabitha. Se dice que el escritor creyó que su historia no valía para nada a las primeras páginas, que se deshizo de ellas, y que fue
su esposa la que las rescató y prácticamente le obligó a que la terminara.

 Y qué bien hizo Tabitha…

Polémica y censurada, admirada y temida a partes iguales, Carrie cuenta la tremenda, triste y terrorífica historia de Carrie White, la típica chica pobre, tímida, solitaria y rara a la que el resto de sus compañeros de clase machacan impunemente con toda clase de humillaciones y fechorías sin que la pobre pueda defenderse y sin que nadie se ponga de su parte. Lo que sus instigadores no saben es que la presunta inofensiva quinceañera es una poderosa donataria de telekinesia, una habilidad que le permite mover y lanzar toda clase de cosas a su antojo. Y el hecho de sufrir un horrendo episodio de burlas en las duchas de su instituto (tiene su primera menstruación y no sabe de dónde llega esa sangre y sus compañeras la lapidan a base de tampones y compresas) y la creciente locura y agresividad de su madre, una fanática religiosa, harán que sus habilidades comiencen a incrementarse de forma escandalosa, sobre todo, cuando ciertas personas de su entorno la hagan víctima de una grotesca broma.

Los que tanto hablan de “bulling” actualmente, que no crean que se trata de un fenómeno diagnosticado y estudiado desde hace sólo unos pocos años. El acoso escolar de toda la vida, que deja claro que los malvados hacen de las suyas en cuanto pueden, en cualquier contexto y a cualquier escala, queda bien reflejado en Carrie, una novela brillante en la que la dulce Carrie acaba convertida en un verdadero monstruo por culpa de su entorno y cuya madre, Margaret White, está engendrada por King con tanta pericia y mala leche que logra desbancar a la progenitora de Norman Bates como una de las madres más espeluznantes del mundo de la ficción.

Nota: la nueva película de Carrie que acaban de estrenar es, en mi opinión, bastante menor a la que se hizo en los 70, apenas dos años después de que se publicara la novela. Pero es que la dulce Chloe Moretz no tiene nada que hacer ante la cara imposible de Sissy Spacek. Aunque, eso sí, Julianne Moore borda su papel de madre chiflada.

También de Stephen King en ULAD: Aquí

jueves, 26 de diciembre de 2013

Jenn Díaz: Mujer sin hijo

Idioma original: español
Año de publicación: 2013
Valoración: recomendable



Es esta ya la cuarta novela de Jenn Díaz, una producción nada despreciable para una escritora de menos de treinta años que además ha escrito poesía y relatos, algunos de ellos incluidos en antologías de tanto renombre y tanta repercusión, y a veces tanta polémica, como Bajo treinta o Última temporada. Y por si fuera poco todavía saca tiempo para colaborar en medios como El País, Jot Down Magazine o Granite & Rainbow: ahí queda eso. Esta, su cuarta novela, publicada precisamente por JotDown y que la propia autora ha tenido la gentileza de enviarme (lo digo para que no se me acuse de ocultarlo) nos descubre a una escritora capaz de abordar cuestiones espinosas con una contención estilística y narrativa que beneficia mucho al mensaje de la obra.

Mujer sin hijo es una distopía pero no tanto: se sitúa en un país en el que, como consecuencia de una guerra, el gobierno ha decidido crear un Plan de Repoblación Nacional. Y lo que comienza como un apoyo a la maternidad termina convirtiéndose en una obligación de maternidad, en una prohibición y estigmatización de la infertilidad. Tres mujeres -en realidad, más que tres, muchas más- unidas por la sangre o por la amistad, se enfrentan al Estado y a los hombres que quieren apropiarse de sus cuerpos como máquinas reproductoras, y buscan sus propios caminos entre la incomprensión o el rechazo familiar y social. (Especialmente memorable, para mí, el personaje de Margueritte, Marga, encarnación del estoicismo vitalista ante la tragedia).

Jenn Díaz ha descrito esta novela, no recuerdo exactamente dónde, como una novela intimista o psicológica; como lector, tengo una visión diferente: está claro que a la autora le importa el modo en que los personajes encaran los conflictos, pero esta es (como otras de su autora) una novela coral y colectiva, que ofrece un abanico de respuestas ante el problema de una maternidad obligatoria. Dicho con otras palabras, Mujer sin hijo es un libro político. Lo era ya, en el sentido más amplio de la palabra, como defensa del derecho de las mujeres a autodeterminarse, a escoger su propio destino en relación con la maternidad en concreto, y con la vida en general. Pero lo es todavía más después de las noticias de la última semana, que hacen que esta novela casi parezca ser un ejercicio de precognición más que de ciencia-ficción.


Tonta nota final: Dicen que hay un premio para el primer crítico que consiga reseñar una obra de Jenn Díaz sin mencionar su edad. Yo no lo he ganado...

También de Jenn Díaz en ULAD: BelfondoEs un decirMadre e hija

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Aravind Adiga: Tigre blanco

Idioma original: inglés
Título original: The White Tiger
Año de publicación: 2008
Valoración: Muy recomendable

El cuerpo de un hombre rico es como un cojín de algodón de primera calidad: blanco, blando y liso. Los nuestros son diferentes. La columna de mi padre era como una cuerda llena de nudos, como las que usan las mujeres en los pueblos para sacar agua del pozo; su clavícula trazaba una curva protuberante en torno al cuello, como el collar de un perro; infinidad de cortes, muescas y cicatrices, como si fueran las marcas de un látigo, cubrían todo su pecho hasta la cintura, e incluso hasta la cadera y los glúteos. La historia de un hombre pobre está escrita en su cuerpo con un lápiz muy afilado.” (*)

No se puede ser más claro. Este contraste entre los extremos se refleja con la misma contundencia en todas y cada una de las páginas de Tigre blanco. El autor consigue que aflore una India sin clases medias, donde la pobreza es miseria y esclavitud mientras al otro lado reina la opulencia y la arrogancia. El artificio literario consiste en que el narrador cuente su vida al primer ministro de China en vísperas de una visita inminente a su país porque se siente obligado a informar de cómo es la India en realidad a un mandatario comunista. Durante siete noches va construyendo el relato de sus andanzas desde que era un niño sin nombre (en casa no tuvieron tiempo de ponérselo) hasta el momento presente cuando, convertido en próspero empresario, contempla la araña de su despacho –ostentoso símbolo con el que intenta borrar el recuerdo de antiguas penalidades– mientras echa a volar la memoria.

Desde el principio comprendemos que Adiga no va a andarse con paños calientes. La vida en esas condiciones es extremadamente dura: humillante, insoportable, insana. Para cualquiera pero mucho más para un niño. En un ambiente como el que describe, es preciso luchar para salir a flote, atacar como única defensa, y hacerlo con uñas y dientes, sin reparar en lo que se tritura y desgarra. Y, si a pesar de todo, asoma algún remordimiento, lo mejor es echárselo a la espalda y seguir adelante. Porque el protagonista es un ser sensible: se da perfecta cuenta del sufrimiento de los demás y no deja de dolerle. Pero reprime su instinto compasivo igual que ahoga esa tendencia a la servidumbre que se le ha inculcado casi desde antes de nacer. El recuerdo de su padre, al que adoraba, no le incita a seguir sus pasos sino a todo lo contrario, rechazar la sumisión, corregir sus actos, de alguna manera, a vengarle.

Un tigre blanco, ejemplar raro de una especie poderosa y metáfora tan eficaz como otras muchas que encontraremos en el texto. Balram se identifica con él y así quiere presentarse al mundo, pero antes –como en los viejos relatos iniciáticos– tendrá que superar dos pruebas: la primera es matar, la segunda, cambiar de nombre. Desde muy pronto se nos pone al corriente de las dos. En ese punto, la idea nos parecerá una aberración, sobre todo porque conocemos la identidad de la víctima, pero según va avanzando el relato, y por obra y gracia de las argucias narrativas del autor, vamos identificándonos con el personaje y comprendiendo su radical falta de clemencia.

Esta es una de las novelas en las que la figura principal posee tal atractivo que es capaz de invadir todo el conjunto. También el típico relato bien hecho: sólido, perfectamente construido, verosímil y a la vez lleno de crudeza, no exento de ironía e intención satírica y, sin embargo, divertido y ameno. Tierno, ingenuo incluso, repleto de metáforas convincentes y efectivas descripciones y con un climax escrupulosamente medido para que la tensión no decaiga nunca.  

  

(*) Traducción de Santiago del Rey

martes, 24 de diciembre de 2013

Peter Cameron: Coral Glynn

Idioma original: inglés
Título original: Coral Glynn
Año de publicación: 2013
Traducción: Patricia Antón
Valoración: de más a menos

1950. Coral Glynn es una joven enfermera que anda dando tumbos de trabajo en trabajo. El del momento en que empieza esta novela atender a la anciana madre, enferma terminal, del comandante Hart, militar herido en la XX Guerra Mundial, con severas secuelas físicas. En una población inglesa, Coral se encontrará en medio de una encrucijada de hipocresía y secretismo propio de ciertas comunidades en pequeñas poblaciones. Curioso secretismo, donde la intimidad de cada uno es fruto de los rumores y donde uno es juzgado por aquellos a quien no conoce.
Lo mejor de Coral Glynn es cómo su lectura atrapa y seduce, cómo las tres primeras partes, de las cinco en que se divide el libro, trazan una curva ascendente, un crescendo elegante y contenido lleno de resonancias british, de puesta en escena sobria de una historia que amaga trazos dickensianos pero que puede ponerse al día si pensamos, por ejemplo, en las películas inglesas de Woody Allen, como Match Point. En ese tramo el lector está encantado. Incluso la ligera deriva hacia lo policiaco excita la imaginación en una historia que está dibujando a la perfección los carácteres de sus personajes .
Lo peor, su desenlace, definido en la contraportada  como inesperado, que resulta decepcionante, acomodaticio y lastra el resultado conjunto final: es entonces cuando acuden a nuestra memoria los diálogos algo forzados, alguna frasecita inconsistente, y una contención muchas veces excesiva. Errores admisibles si la historia tuviese otro colofón. Lo que amagaba en algunos momentos como denuncia solapada de la diferencia de clases, lo que en algún otro parecía teñir la trama de anti-belicismo, resulta resolverse de una manera peligrosamente cercana a lo folletinesco. Con franqueza, esperaba más de esta novela. No esperaba fuegos artificiales sino una historia, regresando a los símiles cinematográficos, a lo Dogville. Pero no: parece que, a partir de la cuarta y quinta parte, Cameron decida no apostar a fondo por ennegrecer la trama. Más bien acaba decantándose por un incómodo rosa diluído.

También de Peter Cameron en UnLibroAlDía: Algún día este dolor te será útil

lunes, 23 de diciembre de 2013

Colaboración: El Caos Sostenible de Jordi Raich

Año de publicación: 2012  
Idioma original: español
Valoración: Muy Recomendable

«Cuando el caos se convierte en cotidiano», escribe Raich en relación al conflicto palestino-israelí, «el futuro deja de existir, la felicidad y la tristeza se miden en instantes y la vida se adapta al destino como el agua a su recipiente». Si esa es de verdad la definición de caos sostenible, caos al que, por cierto, podríamos entender no solo como una vorágine que se perpetua, sino también como una anarquía que las partes del conflicto palestino-israelí no cesan de defender, el libro de Raich merece sin duda su título. Ante esa ausencia de futuro, Raich capta un presente eterno y demorado, en el que individuos de todas las religiones —judíos, musulmanes, cristianos e incluso bahai— se resignan a la ausencia de paz, acomodándose como pueden a un estado de intransigencia belicosa. En medio de esa ocupación eterna en la que Gaza y Cisjordania no son más que apéndices del Gran Israel, unos y otros disfrutan de la vida o se lamentan por ella, sortean los obstáculos, tropiezan, se levantan y se afanan con tesón en construir grano a grano una cotidianeidad inexplicable.

Inexplicable salvo para Raich, claro, quien tras décadas recorriendo el mundo como trabajador humanitario —fue uno de los fundadores de Médicos Sin Frontera en España—, pero sobre todo como ese Ulises incansable que se entrevé en las últimas páginas del libro y para el que Ítaca, la casa, el hogar, lo conocido, no es más que el lugar en que fija la mirada, parece comprender íntimamente lo mejor y lo peor de la naturaleza humana.

El caos sostenible no es un libro acerca de la historia del conflicto en Oriente Próximo. Esos libros abundan y Raich lo sabe. En su lugar, El caos sostenible es una colección de crónicas sobre la vida diaria en aquel rincón del Mediterráneo: palestinos a los que la «valla de seguridad» —a la que el autor se refiere como «monstruo de hormigón»— les impide ir al trabajo o ver a sus familias, drusos extraviados en esa tierra de nadie entre Israel y Siria en la que acabaron convirtiéndose los Altos del Golán, judíos que se lamentan por el conflicto, soldados israelíes que lo fomentan, madres palestinas que van a visitar a sus hijos a prisión e intentan colar un teléfono móvil en el interior de una barra de pan cocido, etcétera.

«Somos esclavos de nuestra educación y de nuestro pasado», escribe Raich. Quizás ser consciente de ello es lo que permite al autor de estas páginas lanzar una mirada aséptica sobre el conflicto más politizado, y más mediatizado, de los últimos sesenta y cinco años. Raich afirma en su libro que todos somos instintivamente proisraelíes o propalestinos, o bien, antiisraelíes o antipalestinos. En un alarde de neutralidad, él no se declara ni lo uno ni u otro. Ahora bien, las escenas que describe dejan irremediable constancia de lo evidente: en esta larguísima sarta de inquinas, los palestinos se llevan la peor parte. Cisjordania y Gaza están a merced de la potencia ocupante, que controla, impide o dificulta los movimientos de sus ciudadanos, condiciona sus vidas, decide cuando su débil «Estado» puede recaudar impuestos y viola sin cesar el derecho internacional humanitario. Ahora bien, El caos sostenible no es un libro político, sino más bien un retrato antropológico de injusticias, encantos y absurdidades que la política, y su corolario violento: la guerra, modela en los seres humanos.

Muy recomendable para cualquiera que desee atisbar qué se esconde tras la fachada de ese Oriente Próximo dicotómico que nos describe la prensa.

Firmado: Jose Serralvo

domingo, 22 de diciembre de 2013

Aleksandar Tišma: El libro de Blam

Idioma original: serbio
Título original: Knijiga o Blamu
Año de publicación: 1972
Valoración: Muy recomendable

En febrero hizo diez años que, rondando ya los noventa, nos dejó este magnífico escritor serbo-húngaro, en cuya biografía figura, entre méritos académicos y literarios, que estuvo internado en un campo de trabajo durante la Segunda Guerra Mundial. Supongo que eso marca una vida, que nadie se pude (ni debe) sustraer a una experiencia así.

Los escritores serbios –así como los de otros muchos países de Centroeuropa– nunca han sido demasiado conocidos aquí, aunque esto ha mejorado algo desde la caída del Muro y aún más como consecuencia de las guerras que asolaron los Balcanes durante la década de los noventa.

Su ciudad natal, Novi Sad, constituye el escenario donde se desarrollan gran parte de sus obras. Un lugar que, como ocurre con otros muchos escritores, ha llegado a convertir en paradigmático dentro de su mundo intelectual. En El libro de Blam, concretamente, –y en todo el ciclo titulado Ramas entrelazadas, constituido por cinco títulos– se convierte en un personaje más dentro del entramado, literariamente complejo aunque muy sencillo en la forma, en el que Tišma envuelve a sus lectores, concienzuda y sibilinamente.

Esto es así porque hablamos de una novela impresionista, construida a retazos, en una prosa concisa y sencilla y con todo el oficio y lirismo posibles, donde tanto pasado y presente como acontecimientos, emociones e ideas se entremezclan en un desorden perfectamente organizado. En ella todo es relativo, por ejemplo, no podemos considerarla realista aunque transmite fielmente la realidad. En todas sus facetas, aunque solo la que el protagonista, Miroslav Blam, asimila o expresa, pues lo que vemos, aun presentado en tercera persona, pasa siempre a través de él.

El panorama se reduce a un carácter melancólico, una existencia anodina y experiencias terribles. Este pasado y su fracaso matrimonial le han convertido en lo que es, el conductor de una vida sin alicientes que se va construyendo en nuestra cabeza a medida que componemos los fragmentos. Aparte de este desencanto de fondo, y en un contexto como es el de la arbitraria crueldad del exterminio, aparecen temas como la vergüenza, el remordimiento o la venganza. Los personajes se presentan algo desdibujados porque sobre todo es el grupo a lo que Blam dedica su atención. Destacan del conjunto: Cantimplora, el que fue su compañero de clase, su mujer, Janja, y su hermana Esther. Todos ellos representan la acción, la rebeldía ante un destino que no les satisface. Incluso Funkstein, al que escucha casi casualmente:
“… él había sobrevivido, había vuelto, el único de la familia de diecisiete miembros, pero anteriormente había soportado el riesgo, se había expuesto a la verdad, había visto, lo había experimentado” *
Esto en oposición a la pasividad del propio Blam que si se salva es por puro azar, no porque haya hecho nada por evitarlo. No obstante, en eso consiste su tragedia.

También de Aleksandar Tisma en ULADA las que amamosLealtades y traicionesEl kapo

(*) Traducción de Luisa Fernanda Garrido Ramos y Thiomir Pistelek

sábado, 21 de diciembre de 2013

George V. Higgins: Los amigos de Eddie Coyle

Idioma original: inglés
Título original: The Friends of Eddie Coyle
Año de publicación: 1970
Traducción: Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté
Valoración: muy recomendable

Vaya por delante que no suelo leer mucho de esa novela que se declara abiertamente policiaca. Más bien suelo rehuir las lecturas que proclaman su adscripción a cierto género, pues creo que acaban predisponiendo al lector. Lo cierto es que en el caso de Los amigos de Eddie Coyle el caso no podría ser más paradigmático. Pues nada más y nada menos que un montón de pistolas en una portada rotundamente en blanco y negro, y la mención a su adaptación al cine. Más las notas en la contraportada aludiendo a Chandler, más el prólogo de ese valor actual del género que es Dennis Lehane.

Pues bien: todo justificado. Una novela dinámica, con una estructura escena tras escena, idónea para su puesta en imágenes, con la dosis justa de misterio, con aire canalla, con unos diálogos que acreditan el conocimiento de Higgins desde dentro. Fue fiscal y abogado y conoce la jerga habitual de los delincuentes. Novela trufada de diálogos con un sentido de lo real absoluto, a los que añadiría un criterio muy acertado en su traducción.

Ya sabemos que la cuestión tecnológica ha sacudido algo el género: Hoy todo es cibercrimen y armas sofisticadas y planes megalomaníacos. Pero esta novela es de los 70. Una generación intermedia entre gangsters y hackers. Hay que pasmarse ante el hecho de que esta novela tenga más de 40 años para valorarla en su conjunto, para complacerse más ante este torbellino, esa historia compuesta de matones y delincuentes de poca monta que se debaten entre míseras existencias y patentes realidades cotidianas. Que cuando uno retoza entre los cerdos, no puede esperar salir oliendo a rosas. Así Eddie el Dedos detalla el motivo de su apelativo. Suelta su verborrea para ganarse la confianza de todo el mundo para sus objetivos que son simples: estar el máximo de tiempo sin pasar por prisión, o, si no hay más remedio, que la estancia sea lo menos prolongada y lo más llevadera posible. Y mientras tanto, malvivir entre dos mares bravos: la autoridad que lo acecha y los delincuentes con los que colabora, sumidos en cábalas sobre si es de fiar
Los ingredientes están repartidos con sabiduría: tráfico de armas, bandas emergentes, disidencia, atracos con todo lujo de detalles y tempos magistrales. Encuentros en aparcamientos, capós de coches en que se efectúan transacciones, gatillos fáciles, cierto sentido socarrón de la ética criminal, emboscadas, traiciones, ajustes de cuentas, muertes absurdas, muertes lógicas.

Pues vaya: mis reticencias a la obviedad de los géneros saltando en mil pedazos. Como dice el tópico sobre ciertos partidos de fútbol, una novela policiaca de las que crea afición.

También de George V. Higgins en UnLibroAlDía: Mátalos suavemente

viernes, 20 de diciembre de 2013

Dolores Redondo: Legado en los huesos

Idioma original: español
Fecha de publicación: 2013
Valoración: Está bien

Tras El guardián invisible, uno de los grandes bombazos editoriales del año pasado en éste nuestro país, acaba de llegar a las librerías su segunda parte, Legado en los huesos. Chan-chan…, ¡chan-chan!

El guardián invisible, segunda obra de una hasta entonces desconocida escritora vasca llamada Dolores Redondo, fue reseñado en este blog por Servidor, y aconsejo leer dicho post para saber por dónde van los tiros ahora. Pero no obligo a nadie...

Recordaré, de todos modos, que la primera parte nos presentaba a una heroína, Amaia Salazar, joven y sagaz policía navarra con un tormentoso pasado a sus espaldas (alguien de su familia no la quería demasiado, no daré más pistas) que tenía que resolver quién era el asesino que, como si fuera el asilvestrado basajaun de las leyendas vascas, sembraba de cadáveres de jovencitas en edad de merecer el idílico paraje de donde ella proviene, el valle del Baztán.

El libro, un best-seller negro muy bien escrito, me gustó y me entretuvo pese a algunos excesos con la mitología vasca y personajes un tanto planos (ya hablé de ello en su momento), y ahora, con su segunda parte (Redondo dijo desde el principio que iba a presentar al público una trilogía), me ha pasado un poco lo mismo.

Veamos…

En esta ocasión, una Amaia que acaba de ser madre (no, no es spoiler porque ello se sabe ya en las primeras líneas del libro y bueno, se menciona en todos los lugares en los que se habla de Legado en los huesos), debe enfrentarse a una nueva y extraña serie de horrores: tipejos aparentemente sin nada en común aparte de que asesinaron a sus parejas sentimentales o mujeres anheladas  (uno de ellos ya apareció en El guardián invisible), se suicidan dejando como última nota una extraña palabra, “Tarttalo”, el temible cíclope sádico y caníbal incluido en tantas mitologías, la vasca, cómo no, inclusive. A ello se le unen misteriosas amputaciones de miembros de las víctimas y bastantes desvelos en la vida privada de Amaia Salazar, tanto de índole personal y sentimental (nace su querido bebé pero siente que no puede dedicarle todo el tiempo que desearía; discute mucho con su  amado y perfecto marido; su hermana mayor sigue siendo una bruja; aparece, oh, my God, un juez cañón, caballeroso y atento que la atrae cosa mala…), como “sanguínea”. Me permito describir con esta palabra tan gráfica la parte de la vida de Amaia que alude a su tormentosa relación con ese individuo familiar que siempre la ha odiado hasta el punto de atentar contra su vida  (El guardián invisible trató bastante el tema y al vil personaje), siniestro e interesante ser que en este segundo libro, de forma asombrosa, conectará con los crímenes del escurridizo tártaro…

Y el libro está tan bien escrito como el anterior, y Amaia cada vez es más WonderWoman en el terreno profesional pero, a su vez, más vulnerable parece cuando más se va sabiendo de su infancia y de su extraña familia. Pero, una vez más, creo que Redondo fuerza un poco la cosa, y si en El guardián invisible pensé que el entrelazar sin ambages realidad con mitología quitaba un poco de seriedad a la trama, en esta ocasión lo que me ha hecho decidirme a no darle un "Recomendable" a su obra es, sobre todo, por lo forzado que me ha parecido su desenlace: la relación sádico-amistosa que se da entre dos personajes y lo lejos que intentan llevar sus desvaríos, sin omitir en uno de ellos cierto componente brujeril que explicaría su desvarío mental.

Suena raro, lo sé, pero si leen Legado en los huesos sabrán a qué me refiero. Eso sí, tendrán un buenísimo rato asegurado y curiosidad por saber qué será de Amaia y su Némesis consanguínea en la tercera y última parte de la serie, que no sé cuándo saldrá.

Y paro ya, que voy a acabar spoilereando y no es plan. 

También de Dolores Redondo en ULAD: El guardián invisibleOfrenda a la tormenta

jueves, 19 de diciembre de 2013

VV.AA.: PD: Te voy a matar

Título original: P. S. Ich töte dich
Idioma original: alemán, inglés, sueco
Fecha de publicación: 2010
Valoración: está bien

Apunte rápido para quien no conozca a Sebastian Fitzek (Berlín, 1971): es periodista y escritor, trabaja en una conocida cadena de radio alemana y ha escrito varios ensayos, además de una decena de novelas. Y, en el caso que nos ocupa hoy, ha sido el encargado de publicar la antología de relatos PD: Te voy a matar, para lo cual ha reunido trece narraciones de otros tantos autores de prestigio internacional (bueno, uno de los relatos es suyo, pero teniendo en cuenta que también es un autor de prestigio internacional, lo aceptamos): Val McDermid, Thomas Thiemeyer, Torkil Damhaug, Petra Bush, Michael Connelly, Markus Heitz, Michael Koryta, Steve Mosby, Judith Merchant, Jens Lapidus, Markus Stromiedel y Jilliane Hoffman.

Como cualquiera puede imaginar por el título de la antología, lo que tenemos en nuestras manos son trece relatos de género negro, en los que nos encontramos los casos típicos de cualquier libro de este estilo (asesino anda suelto - la policía lo persigue y lo atrapa / o no), además de alguno que se sale un poco de la norma, aunque no demasiado. Ni más ni menos de lo que promete. Y como en cualquier antología, hay un poco de todo: relatos que están muy bien y relatos que podían estar mejor (de ahí la valoración "está bien").

PD: Te voy a matar incluye también un último texto de Fitzek (Der Heimweg –"el camino de regreso" o "el camino a casa"–) que, se aclara, es el prólogo de una obra en la que participa dicho autor, amén de otros escritores superventas (esto no lo digo yo, lo dice el texto aclaratorio). Y se añade: ¡En otoño de 2012 en su librería! Así, con exclamaciones y todo. No sé si esto ha sido obra del propio autor o de la editorial, pero, sinceramente, me parece bastante cutre.

Lo que sí me ha parecido curioso es otro detalle que tiene esta antología: el primer párrafo de cada relato aparece manuscrito, en su lengua original, por su autor/a. Y, al final del libro, después de la narración-publicidad-mequieromuchísimo del prologuista, una pequeña biobibliografía de cada escritor y un breve examen grafológico. En fin, no es que vayamos a descubrir nada (ni tampoco es que nos importe demasiado cómo es Judith Merchant o qué tendencias extrañas denota la forma de escribir de Jens Lapidus), pero es un toque simpático.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Leonardo Padura: El hombre que amaba a los perros

Idioma original: español

Año de publicación: 2009

Valoración: Muy recomendable


No es fácil encontrar buenas novelas históricas porque las buenas novelas, en general, constituyen un tesoro escaso, para recoger una cosecha decente hay que dejar pasar el tiempo. Y es precisamente el tiempo uno de los factores más difíciles de manejar en el subgénero que nos ocupa. Más aún cuando el escritor tiene que organizar múltiples piezas procedentes de cronologías distintas y conseguir que todo encaje perfectamente.  

Leonardo Padura ha ideado una estructura compleja y consigue llevarla a buen puerto. Igualmente exacto es el ensamblaje entre la parte real y la novelada, así como la sutilísima, convincente y completa indagación de los mecanismos psicológicos de los tres protagonistas, sobre todo del proceso mental y de modificación de la personalidad por el que supone que atravesó Ramón Mercader desde que se le propuso participar en el complot contra Trotski.
Pensó que el hecho de haber creído y luchado por la mayor utopía jamás concebida encierra necesarias dosis de sacrificios. Él, Ramón Mercader, había sido uno de los arrastrados por los ríos subterráneos de aquella lucha desproporcionada y no valía la pena evadir responsabilidades ni intentar descargar sus culpas en engaños y manipulaciones: él encarnaba uno de los frutos podridos que se cultivan incluso en las mejores cosechas, y si bien era cierto que otros le habían abierto las puertas, él había atravesado, gustoso, el umbral del infierno, convencido de que debía existir la morada de las tinieblas para que hubiese un mundo de luz.”
Igual de bien ensambladas se encuentran las tres partes en que se divide la historia, las dos reales y la ficticia. Esta última a cargo de Iván, personaje inventado pero que sin duda podría haber existido, dada su consistencia.

Como sabemos, el 20 de agosto de 1940 León Trotski sufrió un atentado en su casa de Méjico –el segundo en solo tres meses– que acabaría con su vida unas horas más tarde. El ejecutor fue Ramón Mercader, joven comunista catalán, antiguo combatiente en las filas republicanas de la guerra civil española, que había sido entrenado a conciencia por el servicio secreto ruso para llevar a cabo el magnicidio.  

Esos son los hechos escuetos que han llegado hasta los libros de historia, pero Padura ofrece mucho más. En esa sección de la novela, escrupulosamente apegada a los hechos, se relatan las circunstancias del largo confinamiento del líder comunista y su esposa en países muy diversos, trasladándose de un extremo a otro del mundo, siempre temiendo por su vida, coartada su libertad por los pocos gobiernos que tuvieron la cortesía de acogerle. Se detallan también las maniobras de Stalin para mantenerse en el poder, las sucesivas purgas de colegas o las tensiones entre las distintas familias del partido, que encontraron dramático eco entre nosotros. Todo ello narrado con los detalles precisos para que se comprenda el clima político-social del momento, aunque sin excederse. Lo que, en la práctica significa que a algunos puede parecerle demasiado minucioso y a otros insuficientemente explicado.    

Los tres apartados en que se divide la historia confluyen poco antes del crimen para hacer coincidir a asesino y víctima; y de inmediato, al prescindir necesariamente del protagonizado por Trotski, se convierten en dos. Más tarde, la acción experimenta un gran salto temporal trasladándonos a finales de los 70, época  que Mercader residió en Cuba, y haciendo coincidir novelescamente al personaje histórico con el ficticio, Iván, unificándose así todas las líneas.

La novela –que sobrepasa las 500 páginas– está magníficamente escrita. La prosa que utiliza Padura se adapta a la naturaleza de lo narrado: poética en ocasiones, más sobria y concisa en las escenas que reflejan hechos concretos o datos procedentes de crónicas, reflexiva si penetra en la mente de alguien, melancólica casi siempre.

Destaco que Padura consigue algo muy difícil: mantener la tensión del lector, alimentar constantemente su incertidumbre, a pesar de que todos los desenlaces –excepto, naturalmente, el imaginado por el autor– son del dominio público.


También de Leonardo Padura en ULAD: MáscarasLa cola de la serpienteHerejes

martes, 17 de diciembre de 2013

Un libro al día: Nuestros libros del año

Un año más (o sea, por segundo año, porque solo lo hicimos el año pasado), aquí va nuestra selección con lo mejor y lo peor del año, en cuanto a nuestras lecturas. Como se verá en las listas, no se trata necesariamente de obras publicadas en 2013, sino leídas en 2013; y como se verá también, cada colaborador ha escogido las categorías que le ha apetecido, que para algo el garito es nuestro...

Como siempre, os invitamos a que comentéis nuestras listas, o a que nos mandéis las vuestras, en los comentarios del blog, o a través de Twitter y Facebook.

Francesc Bon


Mejor libro de 2013: Así es cómo la pierdes, de Junot Díaz, casi ex aequo con Esquirlas, de Ismet Prcic
Decepción más absoluta: que La Sociedad Juliette de Sasha Grey no tuviera nada aprovechable
Leeré en 2014: La broma infinita, de David Foster Wallace
Releeré en 2014: Thomas Pynchon
Ojalá hubiera leído antes: a Kurt Vonnegut
Un autor a seguir: Mohsin Hamid

Montuenga


Mejor libro de autor revelación 2013: Intemperie de Jesús Carrasco
Mejor ensayo español 2013: Todo lo que era sólido de Antonio Muñoz Molina
Mejor ensayo extranjero leído: Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo de Barbara Ehrenreich
Mejor novela histórica leída: El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura
Me decepcionó: El proyecto Lázaro de Aleksandar Hemon
Me ha encantado: Henderson, el rey de la lluvia de Saul Bellow

Santi


Mejor lectura de 2013: José Saramago: El año de la muerte de Ricardo Reis
Mejor relectura de 2013: Nieve, de Ohram Pamuk 
Un clásico contemporáneo: El almuerzo desnudo de William S. Burroughs
Y un clásico contemporáneo en español: Las virtudes del pájaro solitario de Juan Goytisolo
Autor descubierto este año: Ramon Saizarbitoria
Lectura más divertida del año: La boca pobre de Flann O'Brien

Uxue


Mejor libro del año 2013: difícil elección. Me decanto entre:
  • Cuatro por cuatro de Sara Mesa. Narrativa, poética, engancha y acabas racionando la lectura para que el libro no se acabe.
  • El niño que robó el caballo de Atila de Iván Repila, obra que podría recomendar porque conozcoalautoryesoestrampa, pero que recomiendo realmente por tratarse una de las mejores novelas breves que haya leído hasta el momento.
  • Geografías de Niebla de Valerie Mejer. Un poemario que debería estar en boca de todos, pero que, incomprensiblemente, no se reedita en España. Valerie Mejer es LA POETA. Pronto, una reseña. 
Mejor libro-álbum: Yo quiero mi gorro de Jon Klassen. 
Decepción más absoluta: Dónde estás Bernadette de María Semple. Novela cursi e ingenua donde las haya. Sigo sin explicarme cómo Jonathan Franzen ha podido recomendarla. Muy mal, Johnny, muy mal, el público confiaba en ti...
Novela cutre que quiere vender un rollo burlesco-intelectualoide para hipsters que se dejan impresionar por nada:  Saliendo de la Estación de Atocha de Ben Lerner. Avalada por Paul Auster. ¿Qué os pasa, Johnny y Paul? Y no me vengáis con la respuesta fácil de paragustosestánloscolores.
Me ha encantado y está recibiendo muy buenas críticas: Por si se va la luz, de Lara Moreno.
Un buen libro de poesía (y vuelvo a la modalidad loestoyrecomendandoporqueesunabuenaamiga y porque si Franzen y Auster pueden yo también, pero, en mi caso, con un buen criterio): Artikoa/Ártica de Izaskun Gracia.
Releeré en 2014: Del crear y lo creado, poesía completa de Hugo Mujica.
Terminaré en 2014: Miniaturas de tiempos venideros. Amplia antología de poesía rumana editada por Vaso Roto. 
Libro en la mesilla de noche: Hordas de escritura seguido de Secesión de la poeta Chus Pato.   
Mejor labor editorial 2013: Destacan, ya sea por su diseño, como por su buen criterio de selección:
  1. En poesía: Vaso Roto Ediciones, La Garúa, Amargord y Kriller 71.
  2. En narrativa: Lumen, Automática, Sexto Piso y Libros del Silencio (desgraciadamente, desaparecida).
  3. En libro infantil ilustrado: Editorial Milrazones.
  4. En novela gráfica: Sins Entido.

 

 Pedro


Mejor lectura de 2013: Donde dejé mi alma, de Jerôme Ferrari (reseña pendiente).
Peor lectura de 2013: Brújulas que buscan sonA QUIÉN LE IMPORTA, de Albert Espinosa (leído para realizar una comprobación empírica a partir de la reseña uladiana).
No pude terminar (algo no necesariamente negativo): Karnaval, de Juan Francisco Ferré (no habrá reseña, al menos por mi parte)
Mejor libro reseñado en ULAD: El año de la muerte de Ricardo Reis, de José Saramago.

Mr Grecco


Mejor clásico que (al fin) ha caído en 2013: Madame Bovary, de Gustave Flaubert
El Horror, El Horror: Cada día, cada hora, de Natasa Dragnic
Al fin he terminado (y ha merecido la pena): Trilogía Memorias de un antisemita, de Gregor von Rezzori
Una agradable sorpresa: La intrusa, de Éric Faye
Opinión de algunos libros reseñados por otros: Intemperie, de Jesús Carrasco (digno debut); Ciudad abierta, de Teju Cole (diferente, especial); El pan a secas, de Mohamed Chukri (léanlo, por Dios).
Gamberro/a del año: Socrates Adams por Todo va bien.


Izas


Mejor libro de 2013: no sé, hay muchos, decantarme por uno solo es imposible.
Leeré en 2014: a Danielewski, Cartarescu, O'Brien, Munro, Fitzek, Mitchell, Moreno, Sarrionandia, King, Pavic, Juárez y otros muchos más que esperan, recopilados en varios montones, que les llegue el turno
Releeré en 2014: nada, hay demasiado por descubrir
Una agradable sorpresa: Jean Malaquais por Los javaneses
Un autor a seguir: Stéphane Chaumet

lunes, 16 de diciembre de 2013

César Aira: La villa

Idioma original: español
Año de publicación: 2001
Valoración: recomendable

Empiezo a pensar que a César Aira hay que tomarlo en dosis pequeñas y algo espaciadas. De hecho, no tenía intención de leer otra novela (o novelita) suya durante un tiempo, pero cuando un compañero del trabajo (el mismo que me prestó Parménides, la primera novela de Aira que leí) me dijo que esta era de todas la que más le había gustado, no pude resistirme y me tiré de cabeza a leerla. El problema es que no hacía demasiado (bueno, hace tres meses aproximadamente) me leí Las noches de Flores, y las dos novelas son, en cierto sentido, semejantes.

Para empezar, las dos son novelas de César Aira, lo que quiere decir que tienen más que ver la una con la otra, que con casi cualquier otra novela que uno se pueda echar a la cara. Como casi todas las novelas de Aira, las dos tienen esa peculiar estructura narrativa que tiende a escaparse del centro, en espirales cada vez más abiertas (o sea, traducido, en tramas cada vez más alejadas y disparatadas). Pero, en esto sí le doy la razón a Felipe, La villa es una novela más contenida, más "centrada", si es que eso se puede decir de una novela de Aira, porque escoge un conjunto limitado de personajes y unos espacios también limitados, y los exprime relacionándolos a los unos con los otros en una especie de combinatoria delirante.

La villa y Las noches de Flores se parecen también en su estructura pseudopoliciaca. Las dos empiezan con lo que parecen descripciones de los hábitos poco usuales de los protagonistas (en Las noches de Flores, dos ancianos que se hacen repartidores de pizzas; en La villa, un gigantón inocente que cada noche ayuda a los cartoneros a meter sus hallazgos en los carritos y llevarlos hasta casa), pero de repente el escenario muda y nos encontramos con una trama de policías corruptos que intenta resolver un crimen y en el que los protagonistas, que tan inocentes parecían al principio, puede que ya no lo sean tanto. Y las capas narrativas siguen sumándose y complicándose hasta el paroxismo final -en esto también se parecen las dos novelas: en tener un ritmo creciente que lleva a un desenlace climático, por no decir orgásmico.

Un recurso que Aira emplea con frecuencia en sus novelas, y que en La villa es también fundamental, es el de la confusión de identidades o la aparición de dobles. Hay personajes que se llaman igual (o a lo mejor no); hermanas gemelas pero distintas; dos personajes que otro personaje no sabe que en realidad son el mismo personaje... Es un recurso perfectamente clásico, pero en Aira adquiere un aspecto singularmente angustioso, porque al lector nunca le queda claro cuáles de esas coincidencias son "reales" y cuáles son en realidad ilusiones o pistas falsas.

La villa es, efectivamente, una novela algo menos espiral y más circular que otras de Aira, quizás porque, precisamente, la clave de la novela reside en esa "villa" que tiene forma de rueda ("rueda de la fortuna", sugiere el texto en sus últimas páginas) en que se juega la vida de los desposeídos, de los expulsados, de los olvidados.

También de César Aira: Una novela china, El congreso de literatura, Las noches de Flores

domingo, 15 de diciembre de 2013

Ismaíl Kadaré: Réquiem por Linda B.

Idioma original: albanés
Año de publicación: 2012
Título original: E Penguara, requiem për Linda B.
Traducción: Ramón Sánchez y María Roces
Valoración: recomendable

Si, por recurrir a un tópico muy baqueteado, una de las misiones de la literatura es la de abrirnos ventanas a otras realidades, he aquí una de esas novelas paradigmáticas.
Albania en la época de la guerra fría. Otro tópico la definía con adjetivos extremos, incluso dentro del totalitarismo: maoísta, estalinista. Si todo siguiera igual, hoy hablaríamos de la Corea del Norte europea. Pero los bloques políticos, en Europa, forman ya parte de la historia. Para ser sustituídos vaya Usted a saber por qué, pero eso no toca juzgarlo aquí.
En cualquier caso, es el totalitarismo, o mejor dicho su paranoica maquinaria de información y autodefensa, el que aturde a Rudian Stefa, dramaturgo que es citado por uno de esos comités de vigilancia albergados en oscuros y grises edificios llenos de pasillos y puertas con carteles crípticos en Tirana (premonitorio nombre de la capital de Albania). Allí es interpelado por la dedicatoria manuscrita en una de sus obras, en poder de una mujer deportada que se ha suicidado. Por el sentido de su presencia. Stefa no pensaba que eso fuera un problema para esos censores disfrazados de guardianes de la revolución, de preservadores de la dictadura del proletariado. Todo le parece descabellado, y él indaga en su obra, en un pasaje concreto que, en otro negociado, está siendo puesto en tela de juicio.
El estado como ente monolítico e implacable, el ideal político convertido en apisonadora que aplasta cualquier brote de disidencia. Esa es la asfixiante sensación, junto a ese viejo paradigma del creador como parte necesaria para que la propaganda obre su finalidad, pero también como incómodo compañero de viaje del gobernante, como elemento desestabilizador. Todos los totalitarismos acaban pareciéndose: control del acceso a la información, manipulación de la realidad, negación de los hechos que minan la moral del ciudadano. Stefa, en una imagen clásica pero kafkiana, sufre la angustia y la inseguridad. Intenta ver más allá y se reune y busca complicidad (esos diálogos tensos, que parecen inacabables tanteos en busca de lo oculto) en los funcionarios. Misterio y suspense e incerteza. Y, por encima de todo, desconfianza. Sospecha, fundada, de que cualquiera que se acerca a uno puede estar al servicio de esa maquinaria absurda pero eficaz.
Todo esto Kadaré nos lo explica con un lenguaje triste y resignado. Como queriendo traspasar al papel ese gris turbio y huérfano en que el estado totalitario convierte la vida de sus súbditos. Hasta el punto de que alguno de ellos crea que una enfermedad puede representar un paso a la liberación. Hasta el punto de que cada individuo lo sea porque le es muy difícil encontrar seres a los que pueda mostrarse sin miedos.

También de Ismaíl Kadaré en UnLibroAlDía: Aquí

sábado, 14 de diciembre de 2013

Robert Bringhurst: La belleza de las armas -antología poética bilingüe-

Idioma original: inglés
Traducción: Marta del Pozo y Aníbal Cristobo 
Fecha de publicación: 2013
Valoración: recomendable

Hoy quiero romper con el formato habitual de la reseña para presentarles, por un lado, un proyecto editorial que me ha parecido interesante (créanme, no hay amigos de por medio) y, por otro, uno de sus poemarios.

Hoy quiero escribir desde el optimismo y la ilusión que despiertan los hallazgos, los proyectos originales hechos con gusto y las personas importantes, aquellas a las que realmente merece la pena escuchar porque un día, hartas de todo, malhumoradas, se levantan y dicen, por ejemplo: "y cuando termine de editar este libro, ¿a quién se lo llevo?¿quién va a querer editar la poesía de un autor del 46 totalmente desconocido?" y, entonces, deciden que lo mejor es crear su propia editorial para no tener que ir a pelearse con nadie. Y, de la noche a la mañana, surge, por ejemplo la editorial Kriller 71, una editorial valiente y guerrera, pequeña, pero matona, que afila los dientes y se clava en el centro del mercado poético para cuestionarlo e incomodarlo. El culpable de todo esto: Aníbal Cristobo (Lanus, Buenos Aires, 1971). El resultado: libros pequeñitos y con encanto, con una portada en la que se incluyen bellas fotografías que dialogan con el texto. 

Fue a través de una entrevista que le hacían en la revista Koult como conocí la labor de Kriller71 y, a pesar de que fuera la primera vez que oía hablar de ellos, las palabras de Cristobo me cautivaron. Entran ganas de cambiar las cosas, de hacer algo, de ponerse a escribir como locos y llegar a algún sitio, o perdernos, no importa, pero este bonaerense posee el don de la palabra y llama a salir de nuestro letargo e iniciar cualquier acción poética, por muy absurda que ésta sea. Sé que debo remitirme a la reseña que hoy nos ocupa, pero me han emocionado tanto sus palabras que no puedo evitar compartirlas, al menos, brevemente: "Vamos a perderlo todo y, como quería Beuys, nos alimentamos del derroche de nuestras propias energías. Tal vez sea bueno que dejemos de pensar en la poesía en términos de marketing empresarial y la entendamos como un ecosistema [lo que queremos desarrollar es] ese sentido de la ofrenda que propicia que un circuito sea sustentable, al menos por un instante. Que alguien que le debe casi todo a la poesía, como es mi caso, pueda intentar hacer uso de sus fuerzas para devolver algo de lo que ha recibido. En ese sentido es casi anecdótico que el proyecto sea económicamente inviable, porque por la misma regla de tres podemos llegar a la conclusión de que lo más acertado para un elefante sería la inmovilidad o que tener amigos no es una actividad redituable, y evidentemente no se trata de eso. Con lo cual, invirtiendo los términos, te diría que no, que ofrecer algo que uno hace con pasión, buscando el modo de entregar lo mejor de sí, nunca es arriesgado. Lo arriesgado es creer que podemos vivir sin poesía.

El objetivo de Kriller 71 es, entre otros, el editar poesía contemporánea de poetas que poseen una obra consolidada en su país de nacimiento pero que no han sido publicados aquí (o, si se ha hecho, consideran que debe ampliarse). Los libros se van publicando de a pares semestralmente. La pareja propuesta en este último semestre han sido la antología poética bilingüe La belleza de las armas del canadiense Robert Bringhurst, del que se hablará a lo a lo largo de esta entrada, y El claroscuro del pingüino de la estadounidense Mary Jo Bang, poemario que analizaré más adelante.

La única pega que encuentro en el caso de ambos poemarios (derivada de cuestiones económicas, supongo, por favor, premios a la labor editorial, premien a estos muchachos) es que el tamaño de la letra acaba resultando quizás un poco pequeño cuando ya llevas un par de horas de lectura, sobre todo en el caso de que se quiera leer el texto en su versión original, que, incluido a pie de página tal y como hacen otras editoriales, resulta un tanto incómodo. Aunque es cierto que no le damos mucha importancia al compararlo con el placer que supone el acercarnos a los autores.

Ahora, La belleza de las armas.

Esto es el oscuro corazón del hueso/ respirando como los pinos, esto/ es el corazón como una garra en la tierra. Esto es Bringhurst en directo y en exclusiva, para nosotros, contándonos que todo conocimiento es carnal, interrogándose, interrogándonos, por este hambre tan firme como un hueso que atraviesa y caracteriza al ser humano.

Es a través de la traducción de Marta del Pozo y Aníbal Cristobo como llegamos al ecosistema poético de Bringhurst. Estamos frente a una poesía viva, que aboga por rescatar y revalorizar la cultura de la narración oral junto, por ejemplo a figuras como las de los presocráticos, la mitología homérica, pasajes de Deuteronomio y Génesis o el testamento de Petrarca. Hay que tener un amplio bagaje para comprender los poemas de Brighurst al completo, para comprender el eco de voces diferentes a la suya. No en vano subrayaba ya el autor en El árbol del conocimiento la importancia de escuchar a los ancianos: "Son los ancianos a los que principalmente quiero escuchar, y la mayoría de ellos ya no están".

De este modo, regresando a los ecos del pasado, alejándose de la voz autorreferencial propia de la poesía moderna, la obra da paso a una poesía coral, densa, que celebra la belleza y el derecho a la supervivencia de la naturaleza. Es en el rescate de la narrativa oral (a lo largo de la lectura una regresa a veces a ese instante perdido de la infancia en el que alguien nos relata un cuento y asistimos boquiabiertos el desarrollo de la historia) y en la creación de imágenes donde destaca el autor. Con una imaginación brillante, todo aquel, entre los que me incluyo, que no domine completamente las referencias que cita y reescribe Bringhurst, puede disfrutar de la lectura y hallar versos que lo abatan como un arma, pero un arma bella: 

Las armas, para ella, eran necesariamente espantosas, y la belleza era pacífica, gentil, y no llevaba armas. […] Pero las auténticas armas raramente son feas, la auténtica belleza raramente va desarmada, y las categorías morales sí colisionan, todo el día y toda la noche.

Bringhurst es alma poética, reescritura, profundidad e imaginación en estado puro. Merece la pena leerlo. Pero sobre todo, es un autor que debe releerse, porque aunque no resulte transgresor en la sintaxis, cuesta comprender su obra en una primera lectura debido a las referencias y al bagaje de los que se ha hablado. Por último, para todo aquel que desee acercarse a la trabajada musicalidad del texto original (no en vano se trata de una poesía que rescata la oralidad) que, obviamente en la traducción se pierde un poco, esta edición bilingüe supone un buen punto de partida.