martes, 30 de septiembre de 2014

Patrick Deville: Peste & Cólera

Idioma original: francés
Título original: Peste & Choléra
Año de publicación: 2012
Traductor: José Manuel Fajardo
Valoración: Recomendable

Atendiendo sólo al enunciado, Peste & Cólera bien podría referirse a un conjunto de blackmetal escandinavo... O bien a una marca de ropa deportiva para neonazis apocalípticos... O a unos dibujos animados infantiles (quién tenga niños en este enredado siglo XXI sabe a lo que me refiero)... O bien a... No, tranquilos, no voy a seguir: el título Peste & Cólera se refiere precisamente a lo que dice, pues nos encontramos aquí ante una biografía del suizo Alexandre Yersin, el descubridor (quizá sería más propio "cazador") del bacilo de la peste -Yersinia pestis- y de su vacuna correspondiente

¿Cómo lo hace Patrick Deville para contarnos la vida, de lo más singular, de este hombre que venció a toda una plaga medieval como quién no quiere la cosa? Pues con el empaque y el oficio de todo un escritor francés bregado ya en mil batallas, que ha recibido mil premios y con un bagage cultural á la page, que no deja de exhibir a lo largo de todo el libro. Un estilista de la escritura, también: no hay una sola línea de esta biografía a la que se le pueda poner el menor reparo. Y que sabe meternos a la perfección en el ambiente de la época en la que vivió Yersin y sus circunstancias: la imparable revolución científica y técnica del siglo XIX, la rivalidad franco-alemana, los claroscuros del imperialismo colonial francés... el apogeo y declive de una grandeur que ya era Historia al final de la vida de Yersin... Todo lo solventa Deville, ya digo, con una eficacia y buen hacer envidiables.

Y sin embargo... el lector (este lector) no puede quitarse la impresión durante todo el libro, de que Deville ha puesto en marcha el metrónomo -andantino, digamos- y avanza de esa forma, al mismo ritmo imperturbable de caballo trotón, desde la primera a la última página de esta biografía. Cierto que a veces parece que el trote se acelera un poco (sin llegar al galope, cuidado) y otras decae hasta el famoso trote cochinero, pero es una ilusión: el metrónomo no varía el compás en ningún momento, ocurra lo que ocurra en la vida de Yersin: tic-tac...Yersin estudia medicina en Alemania...tic-tac... investiga en el Instituto Pasteur de París...tic-tac... Yersin ejerce de médico naval en Indochina... tic-tac... Yersin explora las montañas de Annam... tic-tac... un bandido le clava una lanza en el pecho... tic-tac... Yersin descubre el bacilo de la peste en Hong-Kong.... tic-tac... desarrolla la vacuna contra la peste... tic-tac... se convierte en hacendado agropecuario... tic-tac... cultiva coca e inventa (casi) la Coca-Cola...tic-tac...funda la Escuela de Medicina y el hospital de Hanói... tic-tac...plantador de caucho... tic-tac... floricultor... tic-tac...meteorólogo... Un tipo aparentemente impasible, disperso e hiperactivo, sí, pero con una preclaridad (esa impresión nos da Deville, al menos) ya desde su temprana juventud en Suiza... No hay subidas ni bajadas de tensión; no hay drama ni conflicto aparente:  todo sucede al monótono ritmo del metrónomo, tic-tac... tic-tac...

Y sin embargo (sí, siempre hay otro "sin embargo"), resulta que entre un tic-tac y otro, Deville, viejo zorro, aprovecha para deslizarnos, de manera más o menos solapada, una buena dosis de sorna y de ironía. No sólo eso: además, la apelación, que al principio parece un recurso meramente retórico, al paralelismo de la vida de Yersin -que abandona su carrera de investigador por el ansia de aventuras- con la de dos "glorias" de la literatura francesa (y su heterodoxia) acaba por dar resultado, como aproximación indirecta a su personalidad. Me refiero, cómo no, a Rimbaud, que abandona su carrera de poeta prodigio para irse a Abisinia, y de Céline, que, inversamente,abandona su ocupación... en el Instituto Pasteur -como Yersin-, para escribir sus novelas. 

Lo mismo que acaba colándonos, como quien no quiere la cosa, entre tic y tac, una reflexión sobre el devenir de esto que ocurre entre el despertar inquieto de cualquier forma de vida -incluso un microbio como el simpático Yersinia pestis- , hasta su descomposición y desaparición, también a cargo de otros microbios. Un relámpago de agitación y desconcierto -también de calma, a veces...quizás-  que es  en última -y en primera- instancia el origen, razón y materia de toda literatura.




lunes, 29 de septiembre de 2014

Rosa Sala Rose y Plàcid Garcia-Planas: El marqués y la esvástica

Idioma original: español
Año de publicación: 2014
Valoración: muy recomendable

¿Y quién paga todo esto? Desplazamientos, hoteles, toda clase de ágapes de trabajo, material, libros, y, claro, el tiempo empleado. Empleado para qué. Para desentrañar un misterio que puede que solamente importe a unos cuantos allegados o a unos cuantos perjudicados. Para ajustar cuentas con esos hechos de ese pasado de la humanidad, ese pasado que se arrastra y se arrastra porque parece (aunque haya quien pone empeño en conseguir lo contrario) que ninguna otra gran época de infortunio sea capaz de hacerle tan solo un poco de sombra. Ay, qué garantía de captar la atención del lector es poner una cruz gamada en la portada de un libro y apelar a una especie de misterio que parecía encriptado y, zas, ya no lo está, porque dos periodistas (o escritores, o investigadores) se empeñan en hurgar y escarbar hasta descabalgar a ciertos mitos de ciertos inmerecidos pedestales.
Sobre César González-Ruano escribió su tesis doctoral un sorprendente personaje: Miguel Pardeza, destituído director deportivo del Real Madrid y miembro en segunda fila de la quinta del Buitre. Curiosa elección y curiosa vocación para un mundo, como el del fútbol, demasiado asociado a la presencia, no solo ante los micrófonos, sino tras las mesas de los despachos, de individuos incapaces de deletrear correctamente un tetrasílabo. Y sobre González-Ruano estos dos periodistas que comparten autoría escriben más de 400 páginas sin otra finalidad que aclarar ciertas verdades y quedarse satisfechos. Y, de paso, confirmar los enormes aciertos que encadena Crónicas, excelsa colección de Anagrama que (Kapuscinski, Villoro, Carrión...) no deja de procurarme alegrías y satisfacciones.
Es un ejercicio que huele a post-guerra y huele a libreta de esas de espiral tamaño un cuarto de cuartilla (eso, un DIN A-7), a boligrafos que apuntan teléfonos y nombres en letra ligeramente inclinada a la derecha, a citas algo secretas en cafeterías con pesadas mesas de mármol desgastado.
Pero a la vez es una fascinante muestra del poder evocador de la literatura. Apostando sobre seguro, claro, porque debo insistir en que la temática parece no ir a agotar su capacidad de fascinar, y da la sensación de que los autores son conscientes. Recorrer viejos archivos que  van siendo olvidados, desempolvar documentos en búsqueda de la resolución de enigmas, El marqués y la esvástica son más de 400 páginas que son como un diario alternativo de la confusa y terrorífica situación europea de las décadas de los 30 y los 40, y de cómo esta se extendió más allá en la forma de silencios cómplices, de líneas de investigación cercenadas por acercarse demasiado a aquello que quemaba.
Desmontar el mito de González-Ruano, ensalzado por su obra literaria hasta el punto de dar nombre a un premio literario (ya no: ha dejado de llevar su nombre gracias a lo descubierto aquí), desenmascarar el granuja sin escrúpulos dedicado a subsistir a todo tren ya no solamente a costa de las deudas que dejó a acreedores incautos, sino también a costa de su indiscriminada e inmoral costumbre de delatar ante el poder (preferentemente ante dictadores sanguinarios). Extender la sombra de la duda sobre muchas cuestiones que no porque se alejen en el tiempo no nos dejen boquiabiertos (las grandes fortunas andorranas, el secretismo de los archivos de los colaboracionistas franceses, los agentes dobles, las secuencias de traiciones y las cadenas de sobornos). Todo eso a un ritmo pausado pero creciente, con un tono de suspense (relativo: sabemos que nadie publica un trabajo de esta magnitud si no hay alguna conclusión) que fragua el milagro: que un ensayo se travista de casi casi casi novela de misterio, con sus buenos, sus malos, sus héroes y sus mártires.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Karel Čapek: La guerra de las salamandras

Idioma original: checo
Título original: Válka s mloky
Año de publicación: 1936
Valoración: Muy recomendable

Esta novela me vino recomendada por Paulo Kortazar, colaborador ya asiduo de este blog; no recuerdo exactamente en qué términos me la recomendó, pero me quedé con el título, la busqué, la leí y ahora le agradezco que me la haya recomendado: es una novela imaginativa, divertida, inteligente y muy rica en lecturas.

La guerra de las salamandras se sitúa en el campo de la ciencia-ficción o literatura fantástica, mezclada con la sátira política. La premisa de la novela es la siguiente: un viejo lobo de mar descubre en los mares del Índico una nueva especie de salamandras inteligentes, de tamaño casi humano, y descubre también que puede utilizarlas como mano de obra para el cultivo de perlas. La multiplicación exponencial del número de salamandras lleva a que sean convertidas en mercancía y a que el precario equilibrio de la relación entre humanos y salamandras se rompa, definitivamente.

La novela está dividida en tres apartados. El primero narra, desde distintos puntos de vista, el periodo desde el descubrimiento de las salamandras hasta su conversión en mano de obra industrial para la construcción de diques, puertos y otros proyectos submarinos; el segundo es más ensayístico y describe la evolución de las salamandras desde puntos de vista biológico, económico, sociopolítico... El tercero se refiere, más específicamente, a la "guerra de las salamandras" del título: el momento en el que la relación entre salamandras y humanos se vuelve bélica y destructiva.

La alegoría de las salamandras le permite a Čapek retratar, con bastante humor negro, cuestiones como el tratamiento de los esclavos, el racismo, el militarismo alemán, la segregación americana o el colonialismo. Las salamandras son, así, símbolos de los diversos "otros" oprimidos: los esclavos, los negros, los judíos, los latinos... Pero también la revolución de las salamandras (¿la revolución soviética?) es presentada críticamente: sus consecuencias son tan violentas y destructivas que el último capítulo, rompiendo la "cuarta pared" narrativa, lleva al autor a discutir posibles formas de evitar el triunfo definitivo de las salamandras.

Esta es una novela sorprendente: parte de una trama fantástica para retratar cuestiones políticas y sociales acuciantes de la Europa y del mundo de 1936, y además lo hace con humor e imaginación. Es, de hecho, sorprendentemente agudo al retratar el ascenso de los fascismos y la militarización del continente europeo, así como la pasiva y medrosa actitud de las potencias occidentales. La sección intermedia, más ensayística, es un modelo en la exploración de muchas de estas ideas., aunque personalmente me ha resultado más pesada y más difícil que las otras dos.

En cualquier caso, gracias Paulo por recomendarme esta novela. Merece mucho la pena su lectura...

sábado, 27 de septiembre de 2014

Colaboración: El hombre fulminado de Blaise Cendrars

Idioma original: francés
Título original: L´hommme foudroyé 
Año de publicación: 1945
Valoración: Está bien

Este Cendrars, poeta no muy brillante, debía de ser un tipo singular. Campechano, amante de la buena mesa, siempre en busca de nuevas aventuras, moderado bebedor, amigo de sus amigos y tal vez ocasionalmente violento, se lo imagina uno abandonando una poesía recién empezada para contemplar una puesta de sol, capaz de inventarse un negocio de combustibles en Brasil nada más terminar de rodar un documental sobre elefantes, de un conservadurismo muy peculiar, y uno de esos individuos que presumen de beberse la vida a tragos.

Se deduce lo anterior del perfil autobiográfico de este ‘hombre fulminado’, escrito con una prosa poderosa y cargada de sensualidad, que nos descubre a un tío un tanto chuleta, que tiene la virtud de encontrarle el lado interesante a todo lo que hace y, lo que es mejor, sabe también transmitirlo con intensidad.

Así, todo en el relato parece importante, y sus personajes dignos de protagonizar historias turbadoras. Y sin embargo, cuando nos paramos a pensar vemos que se trata en su mayor parte de situaciones vulgares y recuerdos de anécdotas intrascendentes, que sólo adquieren relieve gracias a la potencia narrativa del autor.

También es cierto que, consumida la mitad de la obra, en cuanto se empieza a adentrar en las historias de los gitanos de Paris, parece que a Blaise se le empieza a ir la olla, y el discurso se oscurece, deslizandose hacia las fronteras del surrealismo. A cambio, nos beneficiamos del valor añadido histórico que supone la irrupción de algunos interesantes personajes de la bohemia de la época (Léger, singularmente), aunque se echa por el contrario de menos a gente como Cocteau y, sobre todo, Picasso, estrechamente relacionados con el autor y a quienes casi ni siquiera se cita –deducimos que, a lo mejor, a causa de alguno de esos broncos desencuentros, casi tópicos entre artistas.

En la última parte del relato destaca la espeluznante incursión por los suburbios parisinos, cuya génesis histórica –expuesta con el estilo aplastante propio del autor- nos recuerda nítidamente algunos pasajes de ‘La ciudad de los prodigios’.

Y así se cierran los cuatro o cinco bloques de recuerdos que, expuestos con pasión y personalísima óptica, constituyen un buen retrato de un tipo que encarna, más con su vida que con su obra, a toda una generación de creadores de principios del XX.

Pero, aunque sea como apostilla, no puedo terminar sin dejar constancia de que en este libro he encontrado la página más descabelladamente ofensiva que haya leído nunca contra las mujeres, una especie de arrebato adolescente, completamente patético, que hubiera hecho abochornarse al propio Shopenhauer. Y no es que uno sea devoto de cierto feminismo militante, pero la verdad es que el pasaje citado me ha hecho dudar realmente de la salud mental del amigo Cendrars. Así es la cosa.

Firmado: Carlos Andia

viernes, 26 de septiembre de 2014

Isabel Cadenas Cañón: También eso era el verano

Idioma original: español
Año de publicación: 2014
Valoración: Muy recomendable

Ya he dicho otras veces que no soy precisamente un experto en poesía actual, así que no me siento capacitado para decir si este libro es innovador, si está a la moda actual o no, si tiene más influencias españolas, argentinas, francesas o estadounidenses. Así que me limitaré a decir lo que sé: que este es un libro precioso de poesía en prosa, y que me ha emocionado. (Me emocionó cuando lo leí todavía en fase de pruebas de imprenta, porque la autora es una buena amiga de hace demasiados años como para contarlos; y me ha vuelto a emocionar ahora, releído ya cuidadosamente editado en forma de libro).

También eso era el verano construye, o mejor, reconstruye, un album de fotografías sin fotografías (solo una, o mejor dicho dos si contamos la que reproduce en cierto modo la portada del libro). Ahí están las imágenes que la autora va sacando de una vieja caja verde (¿o era marrón?) de Magefesa: fotografías de su infancia, de antes de su infancia, de antes incluso de que naciera, de sus padres cuando todavía ni siquiera eran novios.

"Contra el tiempo, tal vez se escribe siempre", ese es, creo, el verso central del libro, el que mejor lo explica. (Me parece un verso muy machadiano, o sé si a la autora le gustará que lo diga). De la misma forma que las fotografías congelan instantes del pasado, la palabra de la autora intenta recuperarlos, traerlos al presente, hacerlos vivos otra vez y comprender el lugar que ocupan en la propia construcción del yo poético. Es una lucha imposible, una lucha perdida de antemano pero también necesaria; de ahí las dudas que le surgen a la autora (y que el texto refleja); de ahí también las discrepancias, otra vez explícitas, entre el recuerdo y las fotografías.

Escrito en prosa, pero cargado de poesía, este es un libro cálido, lleno de cariño de principio a fin; también nostálgico, pero sin caer nunca en la autocompasión. "Cuando íbamos tomadas de la mano, si me apretaba más fuerte era un te quiero", dice uno de los textos más breves. No se dice quién es el sujeto de esa frase, tampoco hace falta. También eso era el verano es un libro construido sobre la ausencia, una ausencia que se insinúa, no se dice, y que no necesita ser desvelada para ser comprendida.


Es un libro bonito. Ya sé que esa no es una expresión propia de la crítica imparcial moderna, académica, científica, pero no me da vergüenza decirlo: Isabel ha escrito un libro de poesía en prosa precioso, emocionante, delicado, y os recomiendo que lo compréis, lo leáis y lo saboreéis. Y que luego me digáis si no os ha emocionado a vosotros también.

jueves, 25 de septiembre de 2014

James M. Cain: Pacto de sangre

Idioma original: inglés
Título original: Double indemnity
Año de edición: 1936 (en Liberty Magazine) y 1943 (en libro)
Traductor: Manuel Barberá
Valoración: está muy bien

James Mallahan Cain, un clásico de la novela negra norteamericana, escribió esta historia dos años después de la celebérrima El cartero siempre llama dos veces y en ella insiste en el tema de la "mujer fatal", que arrastra a los hombres hasta el crimen. E igual que la otra, esta novela también fue llevada con éxito a la gran pantalla, con el expresivo título de Perdición, nada menos que por el maestro Billy Wilder, con guión del mismo y del no menos grande Raymond Chandler e interpretada por los grandísimos actores Fred MacMurray, Barbara Stanwyck y Edward G. Robinson. Ahí es nada... Todo un clásico también, no sólo del cine negro, sino de la Historia del cine, sin más.

Lo mismo que Pacto de sangre es un clásico de la literatura, aunque en este caso, sobre todo, de la literatura pulp: obras destinadas al consumo rápido y masivo en los años 20, 30 y 40 del pasado siglo. Así es esta novela: corta, intensa, directa, con un estilo eficaz, sin excesivas florituras; descripciones concisas y al grano... Quizás donde más se entretiene el escritor, curiosamente -o no tanto- es en contarnos los pormenores del crimen, por boca del propio autor del mismo. Porque en esta novela, y ahí radica quizá su mayor originalidad -sobre todo para su época-, la historia está contada desde el punto de vista narrativo del propio asesino, no del investigador, lo que hace que, paradójicamente (o no, pues también es uno de los efectos conseguidos por una buena narración), no dejemos de sentir empatía con él, a pesar de que en ningún momento deje de admitir sus actos o sus intenciones criminales.

La trama en sí, por otra parte, no es demasiado complicada: un agente de seguros se lía con la esposa de uno de sus clientes y ambos deciden matar al marido para cobrar una indemnización por accidente (de ahí el título en inglés). En principio, parece que es ella, prototipo de la femme fatale, la que convence y pervierte al tipo, pero la verdad es que tampoco parece que el protagonista, Walter Huff (bonito nombre), presente demasiada resistencia a la idea... de hecho, se le ve muy hábil a la hora de elaborar planes de asesinato.

Sería muy fácil atribuir este papel de fuerza oscura y perniciosa para el género masculino, que Cain reserva a las mujeres en sus novelas, así como el trasfondo de culpa y expiación que empapa la última parte de esta historia, a la educación católica recibida, al parecer, por este escritor, de orígenes irlandeses (también lo de apellidarse como el primer asesino de la Historia, según la Biblia, tiene que marcar, digo yo). Resulta tan fácil, insisto, que no me voy a resistir a hacerlo, aún a riesgo de caer en el tópico anticlerical. En todo caso, quizás aquí el Cielo perdiera un alma pura y la novela negra ganara un gran escritor. No lo sé. Lo que seguro  no le era ajeno al sr. Cain, a juzgar por sus novelas, era el Purgatorio.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Alejandro Zambra. Mis documentos

Idioma original: español
Año de publicación: 2014
Valoración: muy recomendable

Ya sabréis los habituales de UnLibroAlDía que nuestro implacable e innombrable coordinador (no nos atrevemos a decir su nombre, solemos mencionarle como Guardián del Averno y cosas parecidas) nos impone añadir una serie de etiquetitas que identifiquen la reseña y permitan a los buscadores acceder a ella.
Una es el siglo al que pertenece el libro que hemos leído.
Pues bien: hasta dos veces tendría que haber puesto siglo XXI al hablar de este libro. Ya sé que me diréis que los clásicos son muy clásicos y muy necesarios y que qué mejor testimonio que nos sitúe en una época que el literario, a falta de otras cosas. Pero soy un incondicional de la literatura de hoy,  de esa literatura que permite a sus autores hablarnos de tú a tú de las cosas que, casi, les han pasado al mismo tiempo que a nosotros.
Y Alejandro Zambra, chileno nacido en 1975, menciona un 1997 oyendo OK Computer, excelso disco de Radiohead, y menciona un 2012 con Alexis, futbolista chileno del Barça (igual cuando leáis estas líneas ya lo han traspasado, por eso) y un partido de fútbol en el que marcan Villa, Messi y Xavi. ¿Una trampa? No: más bien esa posibilidad de acercamiento e inmediatez que hace que uno se sienta más partícipe. Pero ese mismo recurso podría usarlo cualquiera para meterse al lector en el bolsillo. Claro. Pero habría de escribir como Zambra. Cosa, me temo, inasequible a bastante gente.
Mis documentos es un compendio de diez relatos de apariencia autobiográfica a la par que unitaria. Es una especie de toma de instantáneas de momentos vitales de cierta relevancia (Zambra aún no ha cumplido los 40) que funciona a las mil maravillas gracias a que Zambra, que ya me gustó mucho en Formas de volver a casa dispone de ese rabioso estilo contemporáneo que conjuga aquello que a muchos nos gusta. Porque también en la literatura las cosas han cambiado, y hay que dirigirse al lector, ser literario pero se preciso, ser asequible, ser interesante y, plus no tan fácil de conseguir, que todas estas condiciones no parezcan planificadas.
Mis documentos es como se llama esa carpetita que todos tenemos en el PC. Lo cual revela dos cuestiones: una especie de aire íntimo, y una tonalidad ligeramente de borrador. Las dos, en beneficio del conjunto: Zambra habita lugares comunes a cierta literatura chilena, la que es más crítica con esa transición tutelada por el pinochetismo. Las menciones al criminal dictador menudean y esa sensación del desamparo del exiliado también teje una veladura sobre alguno de los relatos. Zambra muestra sus cartas, escribe con sinceridad y oficio, hace interesantes hasta anécdotas banales, y consigue dejar una impronta duradera. Posiblemente pueda liderar una generación. Apetece corroborarlo viéndole afrontar un cambio de registro.

martes, 23 de septiembre de 2014

James Dickey: Deliverance

Idioma original: inglés
Título original: Deliverance
Año de publicación: 1970
Valoración: Imprescindible

Seguramente todos los lectores de este blog han visto (o conocen de oídas, si son mínimamente aficionados al cine) la película Deliverance (John Boorman, 1972) y su famoso duelo banjo-guitarra. Lo que la mayoría de la gente no sabe es que esa película es una adaptación de la novela homónima escrita por James Dickey, uno de los poetas y novelistas estadounidenses más importantes del pasado siglo.

Lo que cuenta Deliverance (el libro) es prácticamente lo mismo que nos cuenta la película: cuatro amigos deciden olvidarse de la ciudad en la que viven y pasar un fin de semana acampando, avanzando por el río en canoa, bebiendo cerveza y practicando el tiro con arco (porque eh, igual con suerte consiguen cazar algo y comérselo y conseguir que su experiencia en la naturaleza sea lo más auténtica posible). Así que cogen sus trastos y se ponen en marcha. El problema es que nada resulta como han imaginado: el río es mucho más peligroso de lo que creían y, tras un primer día de aventura, la desgracia les sale al encuentro y se ven obligados a cometer un crimen cuyas huellas no será nada fácil borrar.

Si bien, como he dicho, la historia impresa y la rodada apenas difieren entre sí, ¿por qué entonces leer el libro? Primero, porque la novela es mucho más compleja. A través de ella somos testigos de lo que piensan y de cómo se sienten los personajes, especialmente en los momentos de mayor tensión, lo cual hace que nuestra percepción de lo que ocurre (y de lo que está por venir) sea más completa y que entendamos mejor ciertas cosas que tienen lugar durante el desarrollo de la acción. Así, las escenas en el río (o la ascensión de Ed), por ejemplo, son en el libro partes esenciales de la novela, mientras que en la película no pasan de ser algo accesorio.

Y segundo, porque la prosa de Dickey merece un comentario aparte. Aunque de estilo ameno, poco artificioso y fácil de leer, se nota desde la primera frase que el autor es un Poeta (sí, con mayúscula), porque maneja el idioma como nadie y consigue crear una tensión con cuatro frases como no he visto antes (desconozco si esto se puede apreciar en la traducción al castellano, pues yo he leído esta obra en inglés. Sin duda, es ésta la versión que recomiendo).

Si bien Deliverance (la película) ha pasado a la historia del cine como un Clásico (sí, también con mayúscula), la novela debería ser también un must en cualquier biblioteca que se precie. Por la verosimilitud de su historia, por la profundidad que Dickey le otorga y por su estilo. Porque un libro tan bien escrito no debe quedarse olvidado en una estantería.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Ana María Shua: La sueñera

Idioma original: español
Año de publicación: 1984
Valoración: Muy recomendable

Ana María Shua está considerada algo así como "la gran dama del microrrelato". Se me ocurren pocos escritores (quizás Monterroso sea el mejor ejemplo) que tengan su nombre tan asociado a este género pequeño y delicado, tan sobrevalorado por algunos como menospreciado por otros. Y La sueñera es precisamente un perfecto ejemplo de todo lo que este género puede dar de sí, y tamibén de algunos de sus peligros.

La sueñera es un volumen compuesto por 250 relatos, todos ellos de menos de una página de extensión, vinculados de una forma leve y muy genérica por la idea del sueño. En algunos de ellos (sobre todo los primeros) predomina el tema del sueño y la vigilia, con algunas resonancias borgianas y kafkianas casi inevitables (Kafka, o mejor dicho, el señor K., aparece en algunos de los relatos). En otros, en cambio, lo que Shua emplea es la estructura del sueño, su peculiar lógica-ilógica, su libre asociación de imágenes y fantasías a veces coloridas y lúdicas, otras amenazadoras y terribles.

Ana María Shua es una escritora dotada de una imaginación y una sensibilidad deslumbrantes, lo que hace que muchos de los microrrelatos del volumen provoquen sorpresa, curiosidad, inquietud o una sonrisa de humor bien llevado. Las inversiones lógicas, las perspectivas soreprendentes, las humanizaciones inesperadas de objetos o animales, las enumeraciones caóticas, los juegos lingüísticos, los hallazgos verbales y poéticos (en sentido amplio) pueblan el libro. Pongo solo tres ejemplos:

"Los calamares no me atemorizan. En señal de amistad, trenzo y destrenzo sus tentáculos. Después de todo, soy casi una de ellos: yo también sé jugar a esconderme con nubes de tinta"
"Los objetos no siempre resultan amenazadores. A veces, incluso son amables. Los domingos a la mañana, sin ir más lejos, la mesita de luz me trae el desayuno a la cama".
"A veces me despierto de visiones horribles, agitada, angustiada, llorando. Para calmarme le pido a mi marido que me deje apoyar la cabeza en su cuerpo y me abrace bien fuerte con todos sus tentáculos"
En un libro que contiene 250 relatos, es inevitable que exista una cierta irregularidad ("también Homero se duerme de vez en cuando", que decían los clásicos). Es entonces cuando se ven los peligros del microrrelato, en los que los malos escritores de microrrelatos caen con mucha más frecuencia que Ana María Shua: que se transformen en silogismos, en aforismos, en chistes, en greguerías; que dependan excesivamente de la sorpresa o punchline final. O simplemente, que no sean lo suficientemente imaginativos, que resulten blandos, insulsos o repetitivos.

En todo caso, esto en La sueñera pasa poco, muy poco. La media de relatos que tienen algo para ofrecer al lector, a cualquier lector, a distintos tipos de lector, es muy alta. Ana María Shua tiene ganada, y bien ganada, su fama de grandísima escritora de microrrelatos.

También de Ana María Shua: Contra el tiempo

domingo, 21 de septiembre de 2014

Reseña interruptus: Karnaval de Juan Francisco Ferré

Idioma original: español
Año de publicación: 2012
Valoración: muy recomendable, a pesar de (*)

Captar el momento: la inmediatez que, por ejemplo, otorga Twitter, o los blogs, como posibilidad en la comunicación actual requiere sus tiempos en lo literario. Qué más quisiera Ferré que haber podido publicar Karnaval mientras Dominique Strauss-Kahn aún estaba retenido en NY por el affaire con la empleada del hotel, antes de llegar a ese, a mi entender, nauseabundo acuerdo permutando dinero por silencio e impunidad. Más que nada, porque el asunto no hubiera quedado sepultado en nuestra pila mental por otras decenas de escándalos locales y globales. Visto con esa perspectiva, la del año largo transcurrido, el que esa situación sea el punto de partida de una extensa novela galardonada con el influyente premio Herralde (en la misma edición cuyo finalista reseñamos aquí y otro destacado participante aquí ), nos parece algo no anticuado, pero ya algo alejado de la primera plana de la actualidad. Más teniendo en cuenta como el señor Strauss-Kahn, billetera en mano, se ha salido de rositas.
Por lo tanto, es el oficio de Ferré como narrador el que se ve obligado a acallar el escepticismo y ponernos en situación: Karnaval es ficción partiendo de un hecho real. Es un personaje al que se le otorgan unas iniciales como nombre, tanto para poder darle cara (pues las iniciales coinciden) como para deshumanizarlo, robotizarlo. Ese personaje central, hombre brillante y poderoso en lo profesional, expuesto a sus debilidades carnales, y el devenir del juicio, cuyo veredicto es juzgado por todo un gotha de iconos culturales contemporáneos.
Me queda una fuerte sensación respecto a Karnaval, que es que Ferré ha decidido echar el resto y publicar una novela definitiva. La selección del tema, la estructura, la extensión y sus referencias, todo eso nos da a entender que Ferré ha apostado fuerte. Esa sensación, la de escritor enfrentado a la obra que debe definirle, resulta algo forzada, posiblemente sea la que no pudo evitar, parece, en Providence que, no hace mucho, no mereció muy buen juicio aquí. El caso es que la lectura de esta novela dista mucho de ser sencilla: hay párrafos extensos, casi interminables, diálogos interiores de los personajes, situaciones, reflexiones que, en el más puro estilo DFW, agarran una idea y no la dejan hasta haberle sacado todo el partido, desde todas las facetas. Cualquiera con poca paciencia lo dejaría justo ahí. Sería un error. Este es un libro valioso porque se nota que el autor lo ha elaborado con intensidad y rigor. También lo es porque esa temática (el poder, sobre todo el económico, como antídoto ante la justicia, como escudo para garantizarse la impunidad) se nos presenta cada día, solo cambian los nombres y las situaciones, y la gravedad de éstas. Y, perdónenme los partidarios del minimalismo y las tramas apenas esbozadas, a veces uno ha de reconocer el trabajo del escritor meticuloso, ambicioso, con expectativas de grandeza. No de crear obras magnas, sino más bien de intentar, literariamente hablando, hacer algo que cale en el lector.
Con lo cual, con sus errores, su agotadora extensión, sus derivas algo dogmáticas, he de inclinarme por decirlo claro: esta es literatura y esta es creación y esta es una novela que el jurado premiaría a sabiendas de que, en la competencia de la ligereza y la tibieza no tendría nada, nada absolutamente que hacer. Pero que sería una gran lástima ignorar, por pereza, por comodidad, por falta de fuerzas o de paciencia para superar sus cuestas, algunas, bastante pronunciadas.
(*)Y ¿por qué reseña interruptus?. Pues porque, una vez alcanzada la página 200 o así, con casi otras 300 páginas por delante, he dejado de otorgarle una prioridad al hecho de acabar de leerlo: más bien parecía que ya no necesitaba hacerlo.  En ese momento, consideraba que el libro ya me había dicho todo y que lo que restaba eran apéndices y disertaciones sobre su idea principal, que era, además, conocida de sobras. El dinero compra demasiadas cosas, y una de ellas es el silencio de una boca que debería pedir justicia.

Voy a permitirme un pequeño alegato final. La copia que he leído de este libro es de una Biblioteca de Barcelona. Lo he tenido más de un año, pues es posible renovar el préstamo siempre que ningún otro usuario del servicio solicite el libro. O sea, un libro que gana un prestigioso premio, en una ciudad de más de un millón y medio de habitantes, y nadie se interesa por leerlo. Claro que podrá ser que muchos lo hayan adquirido directamente. Claro que habrá más copias circulando en bibliotecas. No sé a vosotros, pero a mí esto me ha dado mucho que pensar.

También de Juan Francisco Ferré en ULAD: Providence

sábado, 20 de septiembre de 2014

Colaboración: He visto ballenas de Javier de Isusi

Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2014
Valoración: recomendable

He visto ballenas / Bakeak ikusi ditut de Javier de Isusi se ha publicado en castellano y en euskera simultaneamente, gracias a la traductora Bego Montorio Uribarren. Además del acierto de publicar una novela gráfica que habla sobre el conflicto vasco en los dos idiomas oficiales de Euskadi, hay que reconocer la valentía -o la obstinación- de la editorial Astiberri al publicar novela gráfica en euskera (si bien es cierto que hay otras editoriales que también lo hacen) tras haber visto anteriormente que la inversión no les ha resultado fructífera.

El autor escribe y dibuja una obra que evidentemente se inscribe en el contexto actual del conflicto. A través de la historia de Josu, militante de ETA que cumple condena en Francia, y Anton, amigo de la infancia de Josu y a la vez hijo de víctima de ETA, la trama se va desarrollando a saltos entre el pasado y el presente. A la narrativa se le suma un tercer personaje, Emmanuel, antiguo mercenario al servicio de los GAL, a quien trasladan a cumplir condena a la misma cárcel en la que Josu está internado. Son esos cimientos los que permiten al autor desarrollar un discurso alrededor de ciertos lugares comunes que lamentablemente no tienen suficiente visibilidad en las instituciones: el reconocimiento del otro, el arrepentimiento y el perdón -no sin una cantidad infinita de dolor-.

Es de destacar que el autor no haya decidido tirar por el camino fácil a la hora de retratar el conflicto vasco y lo difícil que puede ser recorrer el camino del perdón y el arrepentimiento. El acierto es doble cuando el lector constata que el desarrollo gráfico en He visto ballenas se erige en consonancia con la historia: una gama de grises y amarillos que tan pronto representan el alejamiento de un esquema maniqueo, como añaden una viveza necesaria para simbolizar la rabia o la violencia. En su debe, puede resultar estereotípico que en He visto ballenas el perdón lo ejerza alguien que es miembro del clero. Además, pese a que la obra está escrita y dibujada con la mejor de las intenciones y tampoco peca de simplista, falla en lo que podríamos designar como los últimos diez metros de la maratón que representa haberse acercado al conflicto del modo en el que De Isusi lo ha hecho. Tratándose de una obra gráfica, la visibilidad de las víctimas de los GAL o de los grupos de extrema derecha es nula -si bien se menciona- y se reduce a un miembro de ETA con delitos de sangre. Un error de coherencia que en mi opinión afecta a la imagen general que el autor ha querido dibujar yuxtaponiendo el dolor de los diversos agentes que conforman la historia; un error que no deja de pasar desapercibido en un contexto en el que no todas las víctimas gozan del mismo estatus: la misma obra reconoce que los responsables de los GAL no están en la cárcel. Con todo, el valor de He visto ballenas es evidente además de ser una obra muy disfrutable tanto visual como narrativamente.

Firmado: Paulo Kortazar

viernes, 19 de septiembre de 2014

Philip Kerr: Praga mortal

Idioma: inglés
Título original: Prague fatale
Año de publicación: 2011
Traductor: Alberto Coscarelli
Valoración:  Muy recomendable

El escritor escocés Philip Kerr es autor de muchos libros apreciables (como la notable novela policíaca Una investigación filosófica), varios de ellos dedicados a la literatura juvenil. Pero comenzó su carrera literaria publicando, entre 1989 y 1991, la conocida como "Trilogía berlinesa" o Berlín noir, tres novelas protagonizadas por el detective alemán Bernie Gunther, y que se desarrollan antes y después de la II G. M. Años después, Kerr recuperó al personaje y siguió escribiendo novelas de Gunther; ya lleva nueve, que abarcan desde la primera etapa del régimen nacionalsocialista, hasta los años 50, en escenarios como Argentina o Cuba.

Gunther, antiguo policía de la Kripo (Kriminalpolizei), obligado a volver a su puesto oficial e incluso a formar parte de la siniestra SD o Sicherheitsdiesnt  (servicio de inteligencia de las SS), es un detective carismático y algo ambivalente; duro, sarcástico y expeditivo, también puede ser irónico y sutil, si es necesario. Su temprano desprecio por los nazis pronto se torna en odio, aunque a menudo trabaja para ellos, llegando a formar parte de un batallón de policía en el frente oriental, durante la guerra.  Pero al finalizar ésta,  también se dedica a perseguir a criminales nazis, antiguos (o nuevos) espías...  cuando no es él mismo quien debe huir, acusado de serlo. Todo un personaje, que parece encarnar las contradicciones de la Alemania de aquellos años. 

En esta novela, ambientada en plena guerra,  en 1941, Bernie Gunther se mete de lleno (o le meten) nada menos que en la guarida del nazi más malo de todos, el nazi al que los demás nazis tenían pavor... Sí,  quienes hayan leído HHhH, de Laurent Binet, ya lo habrán adivinado: se trata del mismísimo Reinhard Heydrich, Reichprotektor de Bohemia y Moravia; el único alto jerarca del régimen que la Resistencia pudo asesinar (o no... habrá que leer esta novela para saberlo). Gunther es invitado a su residencia campestre, cerca de Praga (en realidad, Heydrich es su superior en la SD) a una reunión de fin de semana repleta de Obergrüppenführers, Standartenführers, Hauptsturmführers y demás oficiales de las SS uniformados por Hugo Boss.

En esta jacarandosa reunión se produce un asesinato -enésima variante del misterio del cuarto cerrado- y Gunther se ve metido en una especie de versión perversa de una novela de Agatha Christie (y la comparación no es gratuita, lo puedo asegurar), obligado a buscar a este asesino particular... entre toda una caterva de asesinos (porque buena parte de los personajes que aparecen son reales y responsables directos de la muerte de miles de personas... si no muchas más: el propio Heydrich, recordemos, fue el organizador teórico de la  llamada "Solución final"). Todo ello, con el trasfondo del espionaje checo en la propia Alemania.

Ahora bien, como contrapunto a este divertimento detectivesco,  a esta especie de Cluedo en versión nazi (y como suele hacer en las novelas de Gunther), Philip Kerr nos reserva también un momento para la violencia más brutal e inclemente, como si quisiera recordarnos -o recordarse a sí mismo- que aunque ahora tomemos todo esto como un juego de soldados de plomo con vistosos uniformes y retórica pomposa, aquella fue una de las épocas más atroces y despiadadas que ha conocido la Humanidad,  generadora de sufrimiento -al menos en términos cuantitativos- como ningún otro momento de la Historia.

Así, el regusto que nos deja la novela no puede sino ser amargo, pues resulta imposible olvidar las atrocidades cometidas en la realidad por esos personajes (y no sólo ellos, Y no sólo los de ese bando), por más que los hayamos convertido en meros figurantes de la Historia o, en este caso, la literatura. Igual que amarga es la conciencia del duro y sarcástico,  pero aún más desdichado, Bernie Gunther, condenado a ser alemán en un momento en que su país parecía haberse convertido en una de las recámaras del Infierno. Y él mismo, en uno de los demonios.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Craig Clevenger: Manual del contorsionista

Idioma original: inglés
Título original: The Contortionist's Handbook
Año de publicación: 2003
Valoración: recomendable

Daniel Fletcher es ingresado en urgencias debido a una sobredosis de analgésicos. Aunque él afirma que la sobredosis ha sido un accidente (tenía un dolor de cabeza terrible y ha tomado demasiadas pastillas intentando que se le pasara), hay que estar seguros de que no ha intentado suicidarse y no presenta un peligro para sí mismo, por lo que le asignan a un trabajador social que se sienta ante él y comienza a hacerle preguntas.

Lo que el trabajador social no sabe es que la persona que tiene delante no es Daniel Fletcher, sino John Dolan Vincent, un inteligente joven experto en falsificar documentos de todo tipo (permisos de conducir, certificados de nacimiento, documentos de la seguridad social...) que se dedica a cambiar de identidad cada cierto tiempo, que crea una historia y un pasado para cada uno de sus alias y que ha estado tantas veces en una situación similar (en un hospital, siendo evaluado por un trabajador social), que se sabe todos los trucos que harán que en pocas horas esté de nuevo en la calle. Sólo que esta vez puede que no sea tan buena idea que lo dejen suelto...

Éste es el argumento de Manual del contorsionista (ni idea de por qué le han quitado el artículo al título original, pero en fin), primera novela de Craig Clevenger, quien realizó todo tipo de trabajos que no le gustaban hasta que, en 2000, decidió dejarlo todo y concentrarse en escribir su primera novela. El resultado de este experimento es una novela no muy larga (200 páginas en la edición en inglés), pero sí intensa y muy, muy interesante.

De la mano de Vincent (o Fletcher o quien decida ser en cada momento), aprendemos a falsear documentos, a fijarnos en qué decir y cómo decirlo para que el resto del mundo crea que venimos de un lugar o de otro, a crear excusas, a buscar siempre una salida de emergencia (aunque parezca que no la necesitamos), a juzgar a los demás, a inventar historias imperfectas y verosímiles y, sobre todo, a ser cien personas diferentes sin dejar de ser uno mismo. También descubrimos quién es este hombre que no existe, quiénes son sus amores, sus amigos, con quién hace negocios... y por qué todo, desde la más inocente mentira a la más cruel verdad, tiene gran importancia, si quiere salir con vida de los líos en los que anda metido.

Si bien el duelo de preguntas y respuestas con el trabajador social (completado con los juicios y observaciones mentales del protagonista) es de quitarse el sombrero, es un gran acierto por parte de Clevenger no abusar de él y dejar que el lector conozca el pasado (o los pasados, mejor dicho) del personaje, con lo que logra ir poco a poco haciéndose una idea de quién es la persona sobre la que está leyendo. Si a eso añadimos un estilo rápido y directo, lo que tenemos entre manos es una muy buena novela (y una estupenda novela de debut) que sigue la estela de Chuck Palahniuk, sin por eso dejar de ser original y una recomendable lectura.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Santiago Roncagliolo: La pena máxima

Idioma original: español
Año de publicación: 2014
Valoración: Está bien

Tengo la impresión de que existe cierto consenso entre la crítica en afirmar que Abril rojo, que ganó el premio Alfaguara en 2006, es lo mejor de la producción de Santiago Roncagliolo hasta la fecha. En esta novela se introducía el personaje de Félix Chacaltana, un funcionario público caracterizado por un extremo sentido del deber, una casi completa falta de habilidades sociales y una enfermiza relación de codependencia con su madre. La pena máxima es, por usar un término de moda, una "precuela" de Abril rojo, ya que la acción de esta nueva novela se sitúa en los años setenta, y la anterior se situaba en los años 2000. Se nos ofrece así la posibilidad de ver cómo han evolucionado, durante esos veintipico años, no solo el personaje protagonista, sino también el propio Perú.

Como en Abril rojo, el esquema narrativo de La pena máxima es el de una novela policiaca, aunque con algunas peculiaridades. Tenemos un crimen, o varios crímenes que se van entrelazando a lo largo de la novela; tenemos un detective algo especial, Chacaltana, más persistente que astuto; incluso tenemos varias subtramas amorosas que le añaden picante al asunto. Y, también como en Abril rojo, tenemos una estrecha relación de la historia criminal particular con el contexto político y la violencia a escala nacional o internacional: en Abril rojo era la guerra contra el terrorismo de Sendero Luminoso, en este caso la acción se sitúa en el contexto de las dictaduras militares que dominaron con puño de hierro Latinoamérica en los años 70. Ah, y hay fútbol: el mundial de Argentina de 1978, lo que confiere una obvia ambigüedad al título.

Da la impresión de que Roncagliolo ha intentado repetir la fórmula que le dio el éxito, con la esperanza de repetirlo. Sin embargo, en mi opinión no ha terminado de conseguirlo, en primer lugar porque lo que era nuevo y original en Abril rojo aquí se ha convertido en fórmula y ya no sorprende al lector. También la relación entre trama policial y trama política es en este caso más tenue, hasta el punto de que parece demasiado forzada: Roncagliolo quería hablar de la dictadura militar argentina y su relación con la naciente democracia peruana, tutelada también por los miltares, y lo ha hecho aun a costa de la cohesión del resto de la obra.

Desde el punto de vista narrativo, hay otro elemento también que la hace, en mi opinión, inferior a Abril rojo: en aquella novela uno de los aspectos que resultaban más llamativos, más memorables y también más conseguidos, era observar la evolución de Chacaltana, su transformación a medida que su investigación le enfrentaba al horror y a la violencia. Aquí, Roncagliolo no podía permitirse algo semejante, porque entonces el Chacaltana inocente y bonachón del inicio de Abril rojo no habría podido existir. (Y aun así, cabe preguntarse cómo alguien puede seguir siendo inocente y bonachón después de haber visto todo lo que Chacaltana ve en La pena máxima).

Y ya por ponernos tiquismiquis, ni siquiera la idea de relacionar la progresión de la acción con un campeonato de fútbol es completamente original: Rafael Reig ya había hecho lo mismo en otra novela también con tintes policiacos, Todo está perdonado, en 2011.

También de Santiago Roncagliolo en ULAD: Tan cerca de la vidaEl amante uruguayoAbril rojoY líbranos del mal

martes, 16 de septiembre de 2014

Bruce Chatwin: Los trazos de la canción

Idioma original: inglés
Título original: The Songlines
Año de publicación: 1987
Traducción: Eduardo Goligorsky
Valoración: imprescindible

No puedo evitar lanzar un tweet de pre-aviso apenas leídas unas páginas. Este libro es especial, o es importante, o así, es lo que digo. Puede que apenas un par de párrafos sean suficientes para saberlo. Y no recuerdo bien cómo he dado con él. Habitual como soy de las estanterías de ficción, esta excelente narración está catalogada como literatura de viajes. Luego hay otras coincidencias: cierta persona conocida se va a vivir a Australia, aunque resulta que me entero de esto cuando el libro ya está en casa, esperando paciente el inexorable turno de lectura que he preestablecido hace semanas. Ese turno que establece alternancia de estilos, de autores, de tiempos de ubicación de acciones. Bah. Igual es una estupidez, tanta premeditación. Cuando una lectura te levanta de la silla gravitando dará igual cuales sean sus características en relación a la anterior o a la siguiente. Basta con que sea irresistible. Y sí, Chatwin escribe desde su experiencia, pero sus personajes reales son fascinantes, cómo los presenta y los describe, les hace superar a muchas ficciones. Y lo que cuenta. Veamos lo que cuenta. 
Difícil es definir ya qué es Los trazos de la canción. Obviamente es la crónica de un viaje, pero su estilo y su distribución por capítulos cortos lo adaptarían incluso a la condición de relato. Y el tono es personal, confidente, lo que cuadra con lo autobiográfico y, ya puestos, atribuyamos a Chatwin la cualidad de envolverlo todo en un muy leve halo como para situarlo cerca de la ficción.
Y aún más difícil explicar de qué versa y a qué viene ese título. Los aborígenes australianos establecían las fronteras de sus territorios y la situación de algunos de sus lugares sagrados en función de canciones por las que esos territorios quedaban definidos. Una tradición secular que impone a los colonizadores ciertas restricciones. Arkadi, ruso residente en Australia y, a la sazón, cicerone de Chatwin, ha de encargarse de negociaciones relacionadas con los emplazamientos del proyecto de una línea de ferrocarril teniendo en cuenta esa condición. Dialogando con los representantes de las comunidades aborígenes e intentando comprender la necesidad de preservar lo sagrado de esos territorios. Eso es un punto de partida, solamente, aviso.
Los trazos de la canción es una colosal aventura en modo real: los lugares que sirven de escenario a esa misión, desde tabernas de mala muerte a chozas precarias, a caravanas destartaladas, sin recurrir a fácil búsqueda de lo exótico, sin hacer turismo eco-yuppie, esos lugares los vemos y los olemos. Sus personajes, tan notables y tan diversos que no sería justo nombrar a éste y olvidar a aquél. Sin el recurso de lo entrañable o lo sentimentaloide, se nos muestran en su día a día. Pero eso no es lo único: sería muy fácil tirar simplemente de solvencia como escritor para describir mundos y lugares lejanos, lo que ya a simple vista es fascinante. Chatwin no se queda (quedaba, lamentablemente Chatwin falleció con 49 años, en 1989) ahí. Los trazos de la canción desarrolla capítulos que son auténticos catálogos de citas donde tiene cabida el pensamiento humano, donde se ahonda en aspectos antropológicos, nuestro comportamiento atávico como especie, dominante o no, la agresividad, la condición carnívora, las especies que nos precedieron, nuestras costumbres, el nomadismo, el sedentarismo. Oh sí. 335 páginas de libro total. Qué es eso de restringirlo a un estante de libros de viaje. Disfruten de Chatwin (yo voy a seguir haciéndolo, claro), disfruten de su magnífica escritura y de su sentido común expectante. De su facilidad para escuchar y transcribir lo escuchado a espléndidas páginas que nos transportan tan lejos, y tan cerca.

También de Bruce Chatwin en ULAD: UtzColina Negra

lunes, 15 de septiembre de 2014

Colaboración: Lennon de David Foenkinos

Idioma original: francés
Título original: Lennon
Traducción: César Aira 
Año de publicación: 2010
Valoración: se deja leer / decepcionante


Este libro de Foenkinos intenta ser una biografía novelada del líder de The Beatles. Alterna buenos y malos momentos muy marcados que configuran un relato desparejo. El autor nos brinda nutrida información biográfica con algunos gestos novelescos más bien pobres, que escasean en la mayor parte del libro.

Plantea que John emprende sesiones de psicoanálisis con un terapeuta vecino del edificio neoyorkino en el que vive con Yoko al final de su vida. Ante su escucha –y la nuestra, cómplice– comienza a repasar toda su vida. Así asistimos al relato, en una primera persona que desea ser la voz de Lennon, de la sucesión de hechos que constituyen su historia: las vicisitudes familiares durante su infancia y adolescencia, el encuentro con Paul, la formación de The Beatles, los primeros éxitos, la beatlemanía, la disolución, Yoko...

La principal apuesta del autor para novelar la biografía consiste en la contextualización de cada sesión en un presente que transcurre en los últimos cinco años de vida del protagonista. Se va mencionando qué está viviendo John; por ejemplo, un viaje que interrumpe las sesiones, noticias de esa época, etc. Este es un gran logro del libro, ya que nos introduce de una manera muy realista en el discurso que va elaborando John, y de ese modo viajamos con él desde su actualidad hacia sus memorias.

Sin embargo, hacia la mitad del texto, esa estructura que encauzaba, daba ritmo y aportaba credibilidad al aspecto ficcional se abandona completamente y nos encontramos con una cronología de anécdotas cuya división en sesiones no persigue ningún fin más que mantener la armadura formal elegida por el autor y separar por épocas los episodios que se nombran, semejando, en lo que resta, una voz en off atemporal más típica de un documental que del tono novelado que el autor buscó. Quien habla sigue siendo John, en primera persona, rememorando su pasado, pero ya no sabemos más qué sucede en su actualidad mientras habla. Quedan, como única marca del hoy discursivo, y llevando en exclusiva la responsabilidad ficcional del texto, los comentarios de Lennon en tiempo presente sobre lo que va narrando de su pasado. Esto resulta muy atrayente para el lector, pero el conjunto pierde vuelo así desanclado.

Respecto al aspecto biográfico, hay una intencionalidad explícita de alejarse del mito y retratar al hombre. Humanizar al ídolo, hurgar en la intimidad de la persona más allá de las imágenes, canciones y demás registros públicos. Por momentos, todo un mérito: es sumamente cautivante bucear en la personalidad de John, jugar a explorar sus sentimientos y pensamientos sobre cada hito de su vida, los miedos, las frustraciones, los hartazgos, etc. Pero también aquí debemos puntualizar algunas falencias. Por un lado, la información faltante. El enfoque del autor es ir a través de los hechos principales y hacer que Lennon hable de sus más profundas resonancias acerca de ellos. Sin embargo, no hay casi nada sobre algunos aspectos relevantes. Por ejemplo el musical: cómo componía, cómo se inspiraba y qué búsquedas artísticas lo movían. Este vacío es muy notorio, se aborde o no el libro con la expectativa de encontrar una exhaustiva investigación sobre todos los aspectos de la vida de John. Por otro lado, la búsqueda de un Lennon desmitificado, desnudo y hondamente sincero se transforma en una colección de miserias que a ratos genera pena o lástima, y otras desprecio, indignación y bronca. Es muy improbable que en la intimidad de su espíritu John haya sido el conjunto de emociones e ideas reprobables con que el texto nos impresiona. La intención de complejizar, de plantear los sentimientos encontrados que sin duda habitaron a Lennon frente a cada evento de su vida, sólo en pocos capítulos está lograda.

Podemos concluir afirmando que Lennon se trata de un libro que interesa, que nos entera de numerosos datos sobre John, que revive por un rato al ex beatle y lo hace hablar de casi todo, y esto se recibe con gratitud de parte del lector. Sin embargo, no constituye un relato parejo, ficcionalmente es flojo, y al finalizar no nos deja más cerca del protagonista.

Firmado: Mr. Io

También de Foenkinos en ULAD: Hacia la belleza

domingo, 14 de septiembre de 2014

Sara Gran: Claire DeWitt y la Ciudad de los Muertos

Idioma: inglés
Título original: Claire DeWitt and the City Of the Dead
Año de publicación: 2011
Traductor: Ricard Vela Pàmies
Valoración: recomendable

Ésta es la primera novela de una serie protagonizada por la detective
Claire DeWitt (autoproclamada "la mejor detective del mundo"). La "Ciudad de los Muertos", por su parte, resulta ser Nueva Orleans en el 2007, un año y pico después del huracán Katrina, y donde DeWitt, que no había vuelto a esa ciudad en varios años, desde el asesinato de la que fue su mentora, acepta el caso de averiguar qué ha sido de un ayudante del fiscal del distrito, desaparecido desde la tormenta. El escenario de esta novela de misterio se nos presenta, pues, de lo más sugerente: a la idiosincrasia local se le suman los destrozos causados por el huracán (y el post-huracán) y la propia decadencia de la ciudad (la que tiene la tasa más alta de crímenes en EEUU, junto con la más baja de condenas por esos mismos crímenes).

La detective protagonista también resulta de lo más peculiar: de 35 años y oriunda de Brooklyn (qué "casualidad": tiene la misma edad y procedencia que la autora del libro...), sigue de manera incondicional las enseñanzas de un libro escrito por un supuesto detective francés, Jacques Silette, que parece algo así como el Tao Te Ching de la criminología. Además, DeWitt también recurre durante su investigación a sus sueños premonitorios (aquí un hipotético lector y después reseñista alzaría una ceja desconfiada), al sistema adivinatorio chino del I Ching (aquí, ese presunto lector/reseñista alzaría las dos cejas, ya con pasmo) e incluso a un supuesto arte esotérico de lectura de las huellas dactilares (aquí los ojos se abren como platos y las comisuras de la boca se curvan hacia abajo en una mueca de disgusto). Por si fuera poco, la tal Claire DeWitt, aparte de compartir la tópica dipsomanía de los detectives de ficción, resulta ser una porrera de cuidado. Es capaz de fumarse un canuto macerado en líquido de embalsamar cadáveres (y no lo estoy inventando). Vamos, todo un cuadro...

Y sin embargo... el caso es que todo este artefacto literario-detectivesco funciona y bastante bien. En parte, ello se debe al ágil estilo narrativo de Gran, que sabe ser descriptivo sin caer en la prolijidad y reflexivo sin ser plúmbeo. También gracias a un sentido del humor auto infligido y socarrón.  Un estilo de investigación que oscila entre la observación deductiva de un Sherlock Holmes (salvando las distancias) y el "apaleamiento de nubes" del comisario Adamsberg, de la magnífica Fred Vargas (salvando no menos distancias): aquí también se trata más de saber reconocer las pistas que de encontrarlas.

Y además, un pulso para contarnos la calle y sus sufridos personajes que recuerda un poco (¡ojo, sólo un poco!; tampoco nos volvamos locos) el de otro amante de Nueva Orleans, el maestro Elmore Leonard. Quizá se pueda aducir que el encaje entre ese mundo onírico,  lleno de señales esotéricas y la cruda realidad de la trama en sí, y que supone uno de los mayores atractivos de la novela; que ese encaje, digo, no resulte tan ajustado como debería. Cierto, aunque creo que en este caso, no se puede considerar como un demérito de la novela, sino, todo lo más, un aspecto a mejorar en posteriores entregas de esta detective. Porque, al final, lo que podemos sacar de Claire DeWitt y la Ciudad de los Muertos es una escritora y un personaje a seguir en el futuro. Y un nuevo título sobre una ciudad ya legendaria donde la diferencia entre vivos y muertos es mucho más difusa de lo que podríamos pensar. Si es que existe, en algún sitio.

También de Sara Gran en ULAD: Acércate

sábado, 13 de septiembre de 2014

Birgit Vanderbeke: Tiempos de paz

Idioma original: alemán
Título original: Friedliche Zeiten
Año de publicación: 2000
Valoración: recomendable

Nos encontramos en Alemania en la década de 1960. La Guerra Fría está en todo su esplendor, pero los protagonistas de esta historia (tres hermanos –dos niñas y un niño– de corta edad) parecen más preocupados por la particular guerra fría que viven en su propia casa. Su madre es una mujer temerosa de todo lo que la rodea (llega a desear morir, entre gritos y lloros, cada vez que su marido sale a tomar algo) y, para intentar mantener a la familia unida y protegida, no duda en tiranizarla y en convertir su hogar en un escenario enfermo. Serán esos niños los únicos que consigan mantener la cabeza fría, entre la extraña relación de sus padres y la tensión mundial, y ofrezcan al lector una visión tan amable como cruel de un pasado que desgraciadamente no nos queda demasiado lejos.

Vanderbeke crea, así, de la mano de esta familia, un reflejo de lo que el mundo estaba viviendo en ese momento: una paz que no era paz, un esperar a que alguien (rusos, yanquis o quien sea) apriete el fatídico botón o estalle la Tercera Guerra Mundial y, en el universo de los niños protagonistas, a que sus padres se divorcien o terminen matándose el uno a otro.

También utiliza la autora a estos pequeños para describir las diferencias existentes entre la Alemania del Este y del Oeste, aunque siempre (y muy acertadamente) desde la perspectiva infantil. Así, como los niños afirman, "No sabíamos cuál era la diferencia entre el Este y el Oeste, pero sabíamos que era abismal". Después de pasar años jugando entre ruinas, búnkers, historias para no dormir y amenazas constantes, tendrán no obstante que aceptar un futuro que no resulta ser tan negro como se lo han pintado, lo que los dejará más confusos e indefensos que la amenaza del horror y de una muerte segura.

Da la impresión de que para Vanderbeke la vida es una guerra que nunca llegamos a asumir ni para la que nos enseñan a prepararnos, en la que todo puede pasar y no siempre tendremos la suerte de salir bien parados, y así parecen entenderlo también los pequeños, quienes, a causa del ambiente viciado que soportan a diario en su casa, deben aprender a madurar antes de tiempo y a relativizar lo que los rodea para evitar perder la cabeza.

Tiempos de paz se nos presenta, pues, como la crónica de la historia europea reciente y como un cuento infantil que, en este caso, debería ser contado a los adultos mientras cruzando los dedos esperando que aprendan algo.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Jorge Semprún: Viviré con su nombre, morirá con el mío

Idioma original: francés
Título original: Le mort qu'il faut
Año de publicación: 2001
Valoración: Muy recomendable

Creo que voy a tener que repetir algunas de las ideas de mi reseña de La escritura y la vida, del mismo autor, porque en realidad son libros semejantes, pertenecientes a la misma serie, con una intención semejante: recordar las experiencias de Semprún durante su estancia en el campo de concentración de Buchenwald, pero también, casi con idéntica importancia, reflexionar sobre los propios mecanismos de la memoria, el testimonio y la creación literaria.

La anécdota que da origen al texto parece ser verídica (aunque esto importe poco, en realidad): al campo de Buchenwald llega una carta en la que la Gestapo se interesa por el destino y la situación actual del preso Jorge Semprún, lo que no parece ser, en principio, un buen indicio. Para salvarlo de un probable fusilamiento, algunos de sus compañeros de campo idean un plan kafkiano: cambiar su nombre por el de otro preso de características parecidas que está a punto de morir en la enfermería del campo.

De esta anécdota, por llamarla de alguna forma, nace el título de la novela (el original francés, más sucinto, Le mort qu'il faut, y también el español, más extenso y explícito pero menos sugerente), aunque no tanto el argumento. Porque en realidad el texto discurre (como sucedía en La escritura o la vida) con la irregularidad y las bifurcaciones propias del recuerdo, con sus asociaciones de ideas, sus vacíos, sus (auto)correcciones progresivas y, en general, su carácter de construcción a posteriori en la que es difícil distinguir la verdad, si es que ese concepto tiene aún validez.

Viviré con su nombre... es, por lo tanto, una continuación de las memorias de Semprún en Buchenwald: sobre la vida cotidiana, las complejas relaciones sociales y políticas del campo, la lucha por la supervivencia o su negación... Aunque no tengo tan fresca la lectura de La escritura o la vida, creo apreciar ciertas repeticiones, ciertas historias ya contadas, algunos aspectos que se superponen. Pero esto no quita interés a este nuevo capítulo en la narración del horror, que va más allá del puro testominio, y que ofrece una reflexión muy autoconsciente de sus propias condiciones y limitaciones, como memoria y como expresión lingüística y literaria de esa memoria.

Quizás se algo inferior a La escritura o la vida en profundidad y aliento, pero sigue siendo una obra que merece ser leída.

También de Jorge Semprún en ULADLa escritura o la vida

jueves, 11 de septiembre de 2014

Alejandro Zambra: Formas de volver a casa

Idioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: muy recomendable

Inevitable mencionar a Roberto Bolaño al afrontar la lectura de un autor chileno. Aún más ante la obvia existencia de lugares comunes: porque aunque les separen décadas y sus argumentos no tengan nada que ver, siempre recuerdo la extraordinaria Estrella distante cuando leo historias que guardan relación con el oscuro período que se inicia en Chile a raíz del asalto al Palacio de la Moneda, hoy, justamente, hace 41 años.
Las dictaduras en los países latinoamericanos han dado mucho juego literario. Triste, pero muchas grandes obras surgen de panoramas tan sórdidos, y, por lo que veo, el tema resultará recurrente. Lo cual me parece magnífico. Por mucho sentido de la moderacíón que se quiera imponer, todos los procesos de transición, no solo los de Argentina o Chile, se han basado sobre todo en que una gran cantidad de criminales de la peor calaña se salgan de rositas, mueran en cómodos lechos, y no respondan por sus fechorías. Cuando no se eternicen en el poder, lo traspasen a sus nominados, y aseguren su futuro en medio de riqueza y privilegios.
Este es uno de los planteamientos de Zambra para Formas de volver a casa: frente a las dictaduras no valen las posiciones intermedias, las consabidas cantinelas sobre países que necesitan orden, males menores, mano dura y bla bla bla. En el Chile de los 80, cuando más que atenuarse los efectos del golpe lo que pasaba era simplemente es que apenas quedaban disidentes que no estuvieran exiliados o aniquilados, o se estaba en contra o se estaba a favor. 
Y la historia de nuestro protagonista, niño de 9 años, y su amiga Claudia, es justo una representación de ese antagonismo: los perseguidos que sufren frente a los neutrales que, aceptando la situación de los perseguidos como anómala, no se atreven a ayudar a sus semejantes. O llegan hasta la posición cercana al poder de comprender la persecución, de criminalizar el débil. La amistad de dos niños esconde misterios sobre las personas que los rodean. Una historia fascinante por lo posible y por lo real, aderezada con la dosis exacta metaliteraria. El autor que se refleja y se incluye en la historia, que duda y que especula sobre el mejor modo de contarla. Con cada detalle que sugiere y retrata y con cada palabra en su justo lugar. Comparar a Zambra con Bolaño sería un crimen, y hablar de relevo generacional, una pretensión colada con calzador. Simplemente hay que dejar las cosas en su sitio. Alejandro Zambra es un magnífico escritor, esta es una historia perfecta, y los escritores que son capaces de alcanzar tanto con tan poco empiezan a ser bastante escasos. Cada uno que elija.

También de Alejandro Zambra en UnLibroAlDía: Formas de volver a casaLa vida privada de los árboles, Mis documentos

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Elena Poniatowska: Leonora

Idioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: Se deja leer




Avalada por una impresionante bibliografía –que no he descubierto hasta acabarla de leer–, esta novela trata de mostrar las incidencias de una vida singular, así como de dar a conocer la figura de Leonora Carrington, artista única y polifacética a la que quizá no se ha publicitado lo suficiente fuera de las fronteras de Méjico. Destaco la labor de documentación, que –justo es reconocerlo– Poniatowska ha efectuado a conciencia (seis páginas con, nada menos, que 171 referencias) porque, a mi juicio, constituye de lejos el mayor mérito de la obra.

Sé que algunos lectores no van a estar de acuerdo conmigo, pero cuando termino un libro que he leído a disgusto me siento un poco estafada. Sobre todo si –como en este caso– cuenta con una extensión considerable: exactamente 510 páginas. Más aún si enfoca un trozo de realidad apasionante y se conforma con eso, con lo que puede dar de sí el elemento histórico o biográfico, sin molestarse en elaborar ninguna trama, apelando a recursos que pueden pasar por originales y no son más que una sucesión de trucos y fuegos de artificio que proporcionan a la labor narrativa de la autora una excesiva comodidad.

Leonora Carrington fue la única mujer de un total de tres hermanos. Nacida en una acaudalada familia británica de principios del siglo XX, criada entre algodones, pronto se rebeló a un destino marcado de antemano defendiendo su derecho a vivir libremente y a cultivar sus inquietudes artísticas. Se relacionó con las vanguardias europeas de la época. Fue compañera de Max Ernst e integrante de los círculos más rompedores de la época de entreguerras. Soportó los desastres y privaciones de la Segunda Guerra Mundial. Sufrió los efectos de la persecución nazi al tener a su lado a un judío. Experimentó los terribles métodos de la psiquiatría de la época en un sanatorio santanderino. Huyendo de la contienda acabó en territorio mejicano, donde trabajó intensamente viendo su obra pictórica y narrativa reconocida y alabada ya en la madurez. Vivió 94 años. Para entonces, habría adquirido una gran perspectiva vital, tiempo tuvo, desde luego. No se puede negar que el personaje es enormemente atractivo, ni que las circunstancias personales e históricas que vivió merecen toneladas de tinta.

Habitualmente, no importa demasiado distinguir los hechos reales de los aspectos novelescos pues nos consta que lo aportado por la fantasía del escritor es puramente anecdótico. En este caso, no obstante, necesitamos ver a seres de carne y hueso y debemos conformarnos con presenciar un simple espectáculo de sombras chinescas. Eso es lo más frustrante de todo: la falta de concreción, el hecho de pasar de puntillas por los hechos, de saltar arbitrariamente de una escena a otra, de no profundizar en ninguna de las cuestiones. Ni en la guerra y demás circunstancias históricas, ni en la locura y sus terapias, ni en el arte, ni en las relaciones familiares o amistosas. Los abundantes diálogos resultan sencillamente increíbles. Tampoco se construyen personalidades sólidas, ni siquiera la de la propia Leonora, aunque en un primer vistazo dé la impresión de que sí.

Para lograr un relato tan etéreo, la autora utiliza una prosa elusiva, construida caprichosa y bruscamente, que con el pretexto de la militancia surrealista de la pintora se presenta como falsamente poética.

Aunque algo tendrá, que yo no veo, si le dieron el Premio Biblioteca Breve en 2011. O quizás no. ¿Quién lo sabe? Con toda probabilidad, el tiempo. Como siempre.


De la misma autora en ULAD: Querido Diego, te abraza Quiela

martes, 9 de septiembre de 2014

Friedrich Dürrenmatt: El túnel

Idioma original: alemán
Título original: Der Tunnel
Año de publicación: 1952
Traducción: Juan de Sola
Valoración: Muy recomendable

Como hace cada semana, un joven coge el tren que lo llevará a la ciudad en la que cursa sus estudios universitarios. Sin embargo, éste no será un viaje más. El tren se introduce en un túnel que parece alargarse más de lo normal, así como descender cada vez más rápido. ¿Acaso han cambiado la ruta sin previo aviso o es que el joven se ha montado en el convoy equivocado? 

Así comienza El túnel, un relato escrito por el gran autor suizo Friedrich Dürrenmatt (1921-1990), generalmente conocido por sus novelas y obras de teatro, aunque también escribió piezas radiofónicas y guiones cinematográficos. Aunque no puedo decir nada más sobre la historia sin destripar el argumento, sí diré que esta breve pero interesantísima obra es una narración que desborda simbolismo y está abierta a innumerables interpretaciones y cuya lectura, en realidad, resulta ser sólo la primera de las muchas que cualquiera que ponga los ojos en ella hará a lo largo del tiempo.

Por si la narración por si sola no fuera suficiente, la última edición de la misma que se ha realizado en nuestro idioma contiene un epílogo escrito por Juan de Sola (quien también se ha encargado de la traducción) que bien vale un comentario aparte, pues es un estupendo y concienzudo análisis que aclara muchos de los detalles que visten este relato y que nos ayuda a conocer mejor a uno de los autores europeos más importantes del pasado siglo, así como una de sus obras más representativas. Una delicia de libro, en definitiva, que nadie debería dejar pasar.

También de Friedrich Dürrenmatt en ULAD: La visita de la vieja damaEl juez y su verdugoLa sospecha

lunes, 8 de septiembre de 2014

Robert M. Edsel , con Bret Witter: The Monuments Men

Título original: The Monuments Men
Idioma original: inglés
Traductor: David Paradela López
Año de publicación: 2009
Valoración: recomendable, si te interesa el tema. Si no... también, ¿por qué no?

Sabido es que Adolf Hitler, antes que Führer del III Reich alemán, lo que quiso ser de verdad es pintor (de cuadros, no de brocha gorda), pero fue rechazado por el comité de admisión de la Academia de Bellas Artes de Viena (también fueron oportunos, los señores académicos...). Desengañado, se metió en política, el gachó, y ahí sí que la lió parda (y nunca mejor dicho). Una vez en el poder, entre invasión e invasión concibió la idea de crear, en la ciudad austríaca de Linz, donde estaban enterrados sus padres, un distrito artístico con un Führermuseum colosal, donde reunir las obras más señeras del arte occidental.

Sabido es también que su lugarteniente y delfín Göring, de origen y gustos aristocráticos, ambicionaba a su vez recopilar una colección particular de arte que rivalizara, si no con la citada del Führermuseum, sí con la de cualquier plutócrata del mundo presente o pasado, judío o gentil. Entre uno y otro, y también con la dedicación de muchos otros nazis, amantes de las Bellas Artes o, más frecuentemente, del vil metal que se podía conseguir con los objetos artísticos, se dedicaron a expoliar los países europeos ocupados por el ejército alemán, a una escala nunca conocida en épocas anteriores. Si contamos además los previsibles destrozos cometidos por el transcurrir de la guerra (a la que contribuyeron en no poca medida los bombardeos aliados), nos encontramos con que al final de la II Guerra Mundial, el inconmensurable patrimonio artístico y monumental europeo estaba hecho unos zorros.

Preocupado por esta circunstancia, sobre todo a partir de la batalla de Montecassino, el Alto Mando aliado -impelido por el propio Roosevelt- estableció al fin, antes del Desembarco en Francia, la MFAA o subcomisión de Monumentos, Bellas Artes y Archivos, encargada de la salvaguarda del patrimonio artístico entre las playas de Normadía y el corazón de la propia Alemania. Se trataba de poco más que un puñado de expertos encuadrados dentro de la estructura del Ejército sin medios para realizar su tarea ni una autoridad concreta sobre sus conmilitones, pero con el entusiasmo y tesón de quienes eran conscientes de la responsabilidad histórica de su misión. Más aún a partir del momento en el que a impedir el destrozo que pudieran producir sus propias tropas sobre el patrimonio monumental, se le unió la misión de rescatar las obras de arte expoliadas por los nazis durante la ocupación de buena parte de Europa.

Con los hombres que formaron parte de la MFAA visitaremos pequeños pueblos franceses y belgas o el celebérrimo Museo del Louvre; así como otros "museos" no tan conocidos: el depósito subterráneo cerca de Maastricht donde se guardaban los tesoros del Rijksmuseum holandés y la mina de sal de Altaussee, en Austria, donde los mandatarios del III Reich escondían parte de lo robado. También la destrozada catedral de Aquisgrán o el castillo de Luis de Baviera en Neuschwanstein. Y sabremos de los avatares sufridos por obras tan emblemáticas del Arte occidental como la Madonna de Brujas de Miguel Ángel, el retablo del Cordero Místico de Gante o el tapiz de Bayeux. Conoceremos también a auténticos "héroes de la cultura", que hicieron cuanto estuvo en su mano para preservar el patrimonio artístico del saqueo nazi: Jacques Jaujard, director de los Museos Nacionales franceses; Rose Valland, del Jeu de Paume o incluso alemanes como el conde Von Wolff-Metternich, jefe de la Kunstschutz en París. Y, por supuesto, los americanos y británicos  miembros de la MFAA...

Todo ello contado con un estilo directo, ameno y efectivo, en la mejor tradición de la literatura bélica norteamericana, como el famoso libro-reportaje El día más largo, del periodista Cornelius Ryan. La verdad, aún no he visto la adaptación al cine de The Monuments Men ,dirigida por George Clooney y protagonizada por él mismo y otros actores de gran renombre, pero estoy seguro de que, a poco que hayan conseguido recoger algo del espíritu épico, la amenidad y el didactismo que anima a este libro, les habrá quedado una película de lo mas entretenida, como mínimo. Una lectura, desde luego, totalmente recomendable.