lunes, 26 de septiembre de 2016

Reseña a cuatro manos: Don DeLillo, Cero K

Idioma original: inglés
Título original: Zero K
Traductor:  Javier Calvo
Año de publicación: 2016
Valoración: interesante / recomendable

Voz propia: Si algo puede decirse de Don DeLillo es que tiene una voz propia, un estilo propio. Sería posible leer una de sus novelas, o incluso un fragmento, y reconocer su forma de escribir. Es difícil definir en qué consiste: creo que es una forma al mismo tiempo visual y abstracta de narrar, menos interesada en los actos y los objetos que en las ideas que esos objetos y actos encarnan.

Bueno: podría recriminársele que a veces tarde demasiado en desarrollar un concepto, o que recargue algo su escritura. No me voy a quejar de eso, con la de escritores que descuidan la forma para centrarse en transmitir sus ideas con contundencia y precipitación.

La trama: Jeffrey Lockhart viaja por invitación de su padre (al que no llama padre ni papá ni papi, sino "Ross") a un complejo en medio de la nada destinado a la criogenización de los cuerpos de personas que, por la razón que sea, deciden congelarse a sí mismas para despertar muchos años después. El complejo es una mezcla de centro de alta tecnología y performance artística, y allí se encuentra Artis, la nueva pareja del padre de Jeffrey, a pocos días de ser criogenizada. Esta decisión provoca en el narrador, y también en su padre, pensamientos y sentimientos contradictorios, que deberán enfrentar junto con el resto de experiencias provocadas por aquel extraño complejo.


Aunque ese amago distópico, llevado a mayores consecuencias por escritores de género como Asimov o Philip K. Dick o simplemente usado de pretexto, como Houellebecq en La posibilidad de una isla, no deja de ser una especie de lienzo en blanco sobre el que lanzarse a una reflexión sobre la sociedad actual y sus paranoias.

Arte y literatura: Quizás Don DeLillo sea el autor que más cerca está, en sus temas y en su forma de tratarlos, de las reflexiones sobre el arte contemporáneo. Punto Omega se abre con la descripción de una instalación en el MoMA: la proyección a cámara lenta de Psicosis. En Cero K la obra de arte es el propio complejo destinado a la hibernación: un complejo en el que la propia arquitectura, la escultura (en forma de maniquís, de calaveras gigantes, etc.), el cine (con proyecciones aleatorias de hechos reales, históricos o ficticios) y la propia vida parecen adaptarse a una finalidad estética.

Pues yo opino algo parecido, pero creo que la instalación como "objeto" es un simple aderezo necesario para ejemplificar el gusto por el derroche vacío propio de los supermillonarios, como si fuera gente incapaz de ajustarse a lo necesario, que tiene que deslumbrar en todos y cada uno de los detalles posibles.

Rechazo: Hay algunos aspectos en esta novela que me producen rechazo, y que hacen que me parezca interesante, pero no necesariamente recomendable. La primera es el lenguaje abstracto y algo pedante, como de crítico artístico, con el que está escrito, y que como digo es una marca de su autor. Me cuesta decidir si ese lenguaje está vacío y solo se sirve a sí mismo, o si de hecho quiere transmitir alguna idea importante sobre la vida y la muerte.

Yo no he sentido rechazo. De hecho, me gusta ser capaz de recomendar este libro antes de entusiasmarme u odiarlo como me ha pasado con todas las novelas que he conseguido acabar de DeLillo. Me gusta que arriesgue y que, aunque en este caso la cuestión de la inmortalidad no sea precisamente un planteamiento original, provoque al lector a la reflexión, incluso al posicionamiento. llegar a considerar pros y contras. Hay tanta novela que se deglute y no deja sensación alguna que, tratándose de una historia irregular que en más de un momento (ese interludio "poético" de la mujer criogenizada) se le escapa de las manos, la de DeLillo tiene capacidad de involucrar (o embaucar) al lector.

Otro aspecto es el tipo de protagonistas que Don DeLillo frecuentemente escoge para sus obras: hombres blancos, de clase alta (altísima: el 1% del 1%), cosmopolitas y cultos, con cuyos "sufrimientos" me cuesta identificarme. El posible significado humano y humanista de la criogenización parece quedar bastante limitado si es algo a lo que solo puede acceder una elite económica, la misma que compra arte contemporáneo o que puede permitirse viajar por todo el mundo gracias a su dinero o a su pasaporte.

¡Pero al final los deja en ridículo! Los ricos que pueblan esos libros, al menos este Ross de nombre falso o el broker de divisas chalado de Cosmopolis, parecen tan aburridos y hastiados de no encontrar nada con lo que obtener una emoción que, sea un corte de pelo en el extremo de la ciudad o una apuesta descabellada por una resurrección condicionada y restringida (como un 'reseteo'), son distintas caras de la misma absurda forma de diferenciarse del resto del planeta por su excentricidad, o por su pretenciosa manía de trascender.

Firmado: Santi y Francesc

8 comentarios:

Anna dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anna dijo...

Es una buen idea realizar una reseña a dos manos de la obra de este autor en concreto. Hace una semana que terminé "Fin de campo" y aún no sé si me gusta o lo odio. Creo que leeré éste para salir de dudas.
Una voz muy particular, eso es muy cierto.
Gracias por la labor!

Santi dijo...

Bueno, en relación con la última respuesta de Francesc, personalmente no tengo tan claro que Don DeLillo se ría de los millonarios o los deje en ridículo; más bien tengo la sensación de que escribe con compasión, del estilo "también los millonarios son humanos y sufren". Es verdad que su nivel de dispendio y de lujo resulta obsceno, pero aun así creo que el efecto que busca producir la novela es de empatía, sobre todo hacia el hijo. Será cosa mía, pero los productos culturales (libros, cine, series) que presentan los sufrimientos de la elite económica y cultural americana o europea sin noción de perspectiva global me producen cada vez más rechazo.

Estoy de acuerdo con Anna: yo tampoco sé si me gusta Don DeLillo (por lo menos, si me gustan todas sus obras), aunque le reconozco la originalidad; y solo lo recomendaría a un tipo muy particular de lector, al que le gusten los experimentos estilísticos y narrativos.

Gabriel Diz dijo...

Hola,

Después de haber leído un par de novelas me parece que DeLillo sufre mucho al ser leído en español ya que la traducción pierde algo de su experimentación.

Saludos

Anónimo dijo...

El de las cursivas es Francesc, siempre mas apasionado jejej

Anónimo dijo...

Lo de la traducción es una ofensa a San Ramón Buenaventura , traductor de San Delillo

Francesc Bon dijo...

Buenas: aquí "el de las cursivas". Gracias por los comentarios y compartir esa sensación de que DeLillo raramente genera indiferencia, aunque he de reconocer que, conforme accedo a su obra y aprecio su ambición, se acrecenta el respeto que tengo por él. Simplemente va a su bola. Sobre la cuestión de la traducción, creo casi ciegamente en todo lo que involucra a Javier Calvo.

Il Gatopando dijo...

Es evidente que Delillo posee lo que se denomina -con cursilería o no- una voz y un mundo propio.

Los protagonistas de "Ruido de fondo" (White Noise) es una familia de clase media. El de "Libra" es Lee Harvey Oswald, el asesino de Kennedy. Los de "Submundo" (Underworld)-para muchos, su obra cumbre- son gente variopinta pero no destacan por su dinero. La pareja que protagoniza "Los nombres" (The Names) es rara pero normalita, tirando a humilde, en lo que se refiere a su estatus económico; viven en una isla griega con lo puesto. Tampoco los de la colección de relatos "El ángel esmeralda" (The Angel Esmeralda: Nine Stories) destacan por su poderío económico. De hecho, los protagonistas del que da título a la colección son gente que habita en uno de los lugares más inhóspitos del Bronx en su época más decadente.

Toda traducción es una adaptación. Independientemente de la mayor o menor pericia del traductor hay autores que por su estilo o porque indagan en asuntos propios de una determinada cultura o exploran una visión intrínseca de ella, o construyen una proyección a partir de aspectos de ella, resultan más difíciles de "exportar" a otras lenguas o culturas.