domingo, 13 de agosto de 2017

Victoria Broackes, Geoffrey Marsh (Edit.): David Bowie IS


Idioma original: inglés
Título original: David Bowie IS
Año de publicación: 2016
Traducción: Ezequiel Martínez Llorente
Valoración: imprescindible

Aprovechemos que estamos en el fin de semana más vacacionado en el hemisferio Norte para darnos un pequeño descanso de eso que, urgh, llamamos, literatura pura. Sin dejar de ser fieles y coherentes con el título de este blog, por eso. Y esto es un libro, no os quepa duda. Un librazo en todos los sentidos porque pesa como dos kilos, bastante más que un laptop de última generación, porque su hábitat natural es la posición horizontal en una mesa de centro, y porque no requiere una lectura urgente de arriba a abajo, prestándose a ello pero admitiendo el típico hojeo displicente tan dado a estas calurosas épocas.
David Bowie IS podría pasar por ser un lujoso catálogo de la exposición de igual título que ahora se muestra al público en Barcelona, pero hay que aclarar que no es solo eso. No es solo un montón de páginas donde se da un exhaustivo repaso visual a toda la historia del músico británico. Un artista que, en todas sus épocas, pero muy particularmente en esas época dorada que se corta de forma algo brusca en Scary Monsters para renacer, bien entado el milenio y bien cercana su desaparición, con sus dos brillantes últimos discos. 
El aspecto visual, obvio, es apabullante; fotos de modelos usados en vídeos y conciertos, imágenes icónicas de sus discos y sus actuaciones, story-boards de su copioso material audiovisual, fotos de archivo desde las cuales asistimos a esa evolución pendular: el adolescente escorado a la imagen mod, el joven presa de todos los excesos, pelo naranja, cejas afeitadas, expresión a la vez ausente y acelerada, siempre con una actitud equidistante entre cierta flema innata y un evidente gusto por la provocación, de vuelta al hombre maduro sobrio y elegante, con una impensable aura narcisista llevada con una naturalidad sobrenatural.
Casi da grima pensar en el escaso peso e influencia (salvo contadísimos ejemplos,  ninguno de los cuales me viene a la mente) que la imagen de los artistas actuales de referencia en el mundo de la música tiene hacia sus legiones (ejem) de admiradores, y tenemos aquí un catálogo de distintas imágenes, de reinvenciones constantes en lo estético y en lo musical, de deglución de influencias y regurgitación, la mayoría de las veces, con pleno acierto. 
En fin: no corresponde a este blog hablar de la carrera musical de Bowie. Pero sí comentar este libro. Con un texto meticuloso y objetivo donde no se repara en detalles ni en juicios no siempre reverentes. Bowie fue un artista reptílico en todos los sentidos, capaz de recuperar una y otra vez su capacidad de sorpresa, y me da que su voraz curiosidad cultural tuvo mucho que ver. Curiosidad extendida a muchos aspectos de su vida, tal como los brillantes textos se ocupan de detallar sin ápice de pronunciación, sin dejes de admiración fanática. Porque, sobre todo entre los 90 y hasta 2010, Bowie quedó en un segundo plano y publicó bastantes discos intrascendentes. Pero en los 70... exploró en la música, en la cultura, en el sexo, en las drogas. Liberó a toda una generación de barreras y de cortapisas, de corsés de todo tipo y, como dijo una emocionada Annie Lennox en uno de los múltiples homenajes que se le rindió, demostró que estaba bien ser diferente.
Este libro es un espectáculo, incluso para ajenos por completo al círculo de incondicionales del músico. Es un lujo, un stendhaliano exceso visual. Uno puede, si es de ese tipo de personas, poseer montones de libros de fotografías. Mil rincones de New York, Fotos clásicas de Ferrari, 500 jardines de Japón. Pero ninguno como este.


10 comentarios:

Javier Ventura dijo...

Sin lugar a dudas, Bowie es el artista musical más importante del último medio siglo. Nadie tiene tantas obras geniales como él. Aunque hablas de discos intrascendentes en los 90s, ya quisieran muchos publicar un "Outside" o un "Earthling", pero bueno, mi condición de fan absoluto quizá me desacredite para opinar con objetividad. Fui desde Huelva a Barcelona para ver la exposición, y mereció la pena. El libro, por supuesto, también. David Bowie es imprescindible en sí mismo.

Gabriel Diz dijo...

Totalmente de acuerdo con el comentario de Javier Ventura, solo hago una salvedad: Bowie es imprescindible como artista ya que las disciplinas que abarcó exceden largamente la música.

Carlos Andia dijo...

Bowie qué grande! Gracias por recordarnos al genio una vez más.

Pablo GP dijo...

Conocí tarde a Bowie, estaba obsesionado con algunos de sus excelentes discos de los 70', en ese momento comenzaba el proyecto Tin Machine, llegué a ver un concierto suyo que pasaron en Tele 5, me decepcionó, a partir de ahí me desinteresó y le perdí la pista. La recuperé ahora un poco tarde con su último disco (una obra maestra), y ahora sí que lo lamento de verdad. Volví otra vez a sus discos antiguos y a escuchar con más atención otros que menos conocía. Un artista con mayúsculas, irrepetible.

Un libro al día dijo...

Buenas, y gracias por los comentarios. Mi problema con la música y los músicos es que me "ofusco" cuando algún disco me decepciona en profundidad. Como si todos fuéramos siempre planos y previsibles. Por eso la obra de Bowie dejó de interesarme después de Modern Love y solo regresé a él en su penúltimo disco, mientras contemplaba sus escarceos con el drum'n'bass y esas cosas como algo un poco... patético. Cosa que no me impide reconocer todos sus logros que, como se comenta por aquí, trascienden a lo musical.
Centrándonos en el libro, creo que cumple con creces con esa filosofía. Uno puede ponerse sus discos mientras ve esas imágenes y disfruta esos brillantes textos. No sé si habrá un futuro equivalente (ni de Prince, ni de Cohen, ni de Bob Marley), pero la industria musical ha cambiado, la intrascendencia de la música, reducida a un complemento para algo en concreto (tomar una copa, bailar, conducir, follar) me preocupa mucho. Hay que comprender que, alejados de la mitomanía y la admiración incondicional, los músicos de hoy son contemplados de otra forma, y eso ha cambiado para siempre.

Francesc Bon dijo...

Sorry el comentario anterior salió con la firma del Blog. Fui yo.

Gabriel Diz dijo...

Discrepo con Francesc en que durante la década del 90 Bowie haya quedado en un segundo plano y editado discos intrascendentes. En la década del 90 Bowie creó Tin Machine: una banda de rock con la cual edito dos discos muy buenos. No me sorprende del todo la opinión ya que intuyo que el rock no forma parte de su música preferida.
Saludos

El Puma dijo...

Me pasó lo mismo que a Pablo GP. Sin ser su fan, conocía y respetaba la obra de David Bowie, por lo que cuando vino a la Argentina no dudé en asistir a su concierto. Era a comienzos de los 90, un festival de rock auspiciado por una marca local de cigarrillos, Derby. Comprando entradas para Bowie y Joe Cocker, te regalaban la entrada para el recital de Laurie Anderson en un teatro.

Primer recital, Cocker. Qué decir? Un cantante extraordinario, pura pasión arriba del escenario, la energía fluía desde y hacia el escenario en el estadio de River Plate. Y su versión de "With a little help from my friends"!! Inolvidable!

Unos días más tarde, Bowie. Mismo escenario. Parecía la Antártida. Frío, desangelado. Un fiasco. Tocó una hora y poco más. A reglamento. Una pena.

Por suerte, el cierre con Laurie compensó tanta desilusión. Nunca más seguí a don David. No se si podré perdonarlo.

Francesc Bon dijo...

Habré de recuperar esos discos y darles nuevas oportunidades. Pero Gabriel: he reseñado a Pretenders, a Springsteen, a Radiohead... ¿cómo no me va a gustar el rock? Lo que no me gusta es ese cúmulo de estereotipos que algunos se empeñan en asociar al rock. Me refiero a porquerías como Miguel Ríos, Ramoncín o Carlos Goñi, que se piensan que es suficiente con ponerse una chaqueta de cuero y llevar el pelo un poquito largo.
Gracias por los comentarios.

Francesc Bon dijo...

Laurie Anderson; interesante elección.